Mucho se ha especulado acerca de la insurrección popular del pueblo paceño en los días 9 al 11 de abril de 1952. Sin embargo, los informes y estudios concretos sobre ese acontecimiento son muy escasos y generalmente tergiversados o descuidados en forma deliberada. Un trabajo sobre ese suceso está, por tanto, por hacerse. En todo caso, en este 62 aniversario de ese hecho social, se puede señalar algunas apreciaciones.
En general, el suceso del 9 de abril de 1952 fue una insurrección del pueblo paceño, acaudillado por el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), partido que se gestó en los diez años anteriores en medio de las más difíciles condiciones.
La insurrección triunfante del pueblo paceño destruyó, en general, el arcaico sistema histórico colonial y feudal imperante desde el siglo anterior, con el objetivo de crear un régimen nuevo. Pero, en forma concreta, sus alcances fueron más destacables. En efecto, en primer lugar, eliminó de la vida del país el súper Estado de la alianza de la gran minería colonial y los hacendados feudales que, en conjunto, orientaban la vida del país. Derrotado el súper Estado se procedió a demoler el Estado local, dependiente de aquél, como también se destruyó los mecanismos de coacción que lo mantenían. Así, fueron eliminados tanto el centenario súper Estado colonial-feudal como el Estado dependiente de éste.
Se produjo, por tanto, un cambio de clases sociales (no de razas) en la conducción del país. Clase media, obreros, campesinos y burguesía nativa, en la llamada “alianza de clases”, se hicieron cargo del poder del Estado, en sustitución del anquilosado estamento burocrático dependiente del anterior régimen.
En un aspecto más general, la insurrección popular triunfante hizo pasar a Bolivia de la cualidad de colonia dependiente a la condición de Nación independiente. Destruido, al mismo tiempo, el omnímodo poder político de los terratenientes feudales, el levantamiento estableció las bases para que el país elimine la condición feudal, para pasar al desarrollo de una sociedad moderna en un proceso de revolución democrática popular y campesina, fundamento para poner en marcha un nuevo plan de desarrollo.
Eliminados el súper Estado minero y el Estado feudal-colonial se estableció un régimen de libertades políticas como el voto universal y la libertad para la libre existencia de la clase obrera, haciendo posible la fundación de la Central obrera Boliviana (COB), así como la aparición de nuevos partidos políticos en sustitución de los tradicionales de “izquierda” y de derecha que dejaron de existir en forma automática. En esa forma, la insurrección paceña expulsó del Gobierno a un sistema anacrónico, para establecer en cambio, otro nuevo. No sólo destruyó una estructura histórica, sino también su obsoleta sobre estructura. Liberó a Bolivia de una tiranía centenaria y le dio absolutas libertades nacionales y democráticas, sin tomar en cuenta ideologías populistas que buscaban crear la anarquía permanente.
Esos alcances de la insurrección popular se produjeron en medio de episodios de extraordinario interés. Sin embargo, el proceso no llegó hasta sus “últimas consecuencias”, pues grandes fuerzas externas, pero en particular internas, frenaron su desarrollo y, finalmente, le dieron fin. Se podría afirmar que los objetivos de la revolución del 9 de abril de 1952 no fueron destruidos por fuerzas externas y que ese resultado sólo fue capaz de producirse por la defección de fuerzas internas que terminaron devolviendo el poder a la ultraderecha, para cogobernar con ella y cumplir sus objetivos antinacionales y antidemocráticos que todavía persisten.
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