Si se trata de vivir en contradicciones, el caso boliviano es único debido a la demagogia y populismo desplegado por el régimen de gobierno que trata de convencer a la colectividad sobre la vigencia del socialismo, cuando la realidad muestra, tanto en lo político como en lo económico y social, que todo propende al capitalismo, especialmente a ese capitalismo que el gobierno llama “imperio” y que obedecería directivas del FMI y del Banco Mundial.
Desde los inicios del actual régimen, en enero del año 2006, las prédicas para restablecer el socialismo soviético o, más propiamente ese socialismo de izquierda recalcitrante, han sido múltiples porque aún se cree en las “bondades del régimen comunista”, aunque conciencialmente se sabe que ha sido el mayor fracaso en la historia política y económica de la humanidad.
Se dice que vivimos un “tiempo socialista” y, sin embargo, todo está dirigido al capitalismo y no otra cosa significa el depender casi en todo de lo que haga o diga Estados Unidos o demás países ricos porque, quiérase o no reconocer, el dólar seguirá vigente en todo el mundo y jamás habrá la posibilidad de establecer -como pensaban los soviéticos- un patrón rublo o cualquier otra moneda. No conviene olvidar que tanto la Libra Esterlina como el Marco alemán han dejado de tener vigencia por la fuerza del dólar para todas las transacciones económico-financieras del mundo.
El mantener la cotización del dólar parece ser un éxito para el régimen del MAS porque, se dice, va en contra del imperio. La verdad es que con mantener el dólar en la cotización que tiene, lo único que se hace es que el país actúe como “mercado del dólar” porque, para el caso argentino por ejemplo, el dólar es bien visto en nuestras fronteras y también en las ciudades troncales del país, donde pululan quienes compran dólares y protegen su estancia y fines de adquirir divisas, con el nombre de turismo.
El dólar ganado difícilmente por Bolivia, aunque hay la idea de que “lo ganamos sin esfuerzo”, es debido, única y exclusivamente, a los precios internacionales del gas, de minerales y materias primas que exportamos. Los dólares que circulan en Bolivia y que son también una reserva que llegaría a los 14 mil millones, hubiesen sido mayores si no se abandonaba o descuidaba totalmente la producción, el trabajo para crear riqueza. Toda la bonanza radica, pues, en los precios internacionales de lo poco que se exporta y habría que preguntar: ¿Qué pasaría si esos precios que agigantan nuestros ingresos disminuyeran? ¿Cuál sería el comportamiento del país con fuentes de producción cerradas o siquiera canceladas en buena parte de su capacidad instalada?
Creer en el socialismo es una utopía y, para hacerlo mejor, no imitamos ni a medias los socialismos imperantes en Alemania o en Suecia o Noruega porque aún se cree en bondades que no tienen los réditos del comunismo que pervive sólo en la mentalidad e ilusiones de los que creen en su posible reimplantación en el mundo.
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