A seis meses de las elecciones de octubre, los partidos políticos se encuentran abocados a designar posibles candidatos a la presidencia de la República. Conforme a las experiencias del pasado y dado todo lo ocurrido desde las elecciones de diciembre de 2005, sería tiempo de tomar conciencia de una realidad: nunca se conciliaron intereses y propuestas conjuntas de los candidatos, nada que signifique cambios efectivos en pro del país.
Cada quien hizo campañas, pregonó algo de sus programas y pocas propuestas fueron dadas a luz; parece que todo lo que importaba era llegar al poder de una u otra manera. Esa situación no debería ocurrir más porque es tiempo apropiado para pensar, sentir, examinar, concienciar los diversos problemas nacionales porque hay mucho que corregir, mucho que perfeccionar y mucho que examinar en los intereses comunes del país que, gane quien sea, se debe realizar.
Convendría que las fuerzas político-partidistas olviden sus rencillas y rencores, hagan abstracción de sentimientos de revanchismo y olviden las cuestiones inherentes a intereses de toda laya para abocarse a un examen consciente y constructivo para el futuro nacional. Muy especialmente, el partido de gobierno debe examinar más de ocho años: ver qué han hecho, cuánto hicieron, qué graves errores cometieron, cuáles son los beneficios logrados, qué enmiendas o correcciones se debe hacer, qué rumbos se deben cambiar, qué yerros del pasado en que intervinieron otros gobiernos se deben corregir.
Ambas fuerzas -oficialismo y oposición- podrían reunirse y aunar esfuerzos para entrar de acuerdo en lo que sea más importante para el país, no confundirse en diversidad de “posibles soluciones” que, al final, no lleguen a nada debido a la dispersión. El examen honesto y meticuloso de todo podría contribuir seriamente a convenir políticas conjuntas que deben llevarse a cabo para que el próximo gobierno sepa a qué atenerse y la oposición no ponga trabas en el camino porque ya habría un acuerdo firme en aras de los intereses nacionales.
Creer que cada grupo, cada partido, ceda candidatura y sabe lo que se tiene que hacer es pura fantasía, porque si se pone en la mesa las diversas propuestas, seguramente ninguna conciliaría con las otras y todo debido a que fueron propuestas o realizaciones puestas en el papel de personas que creen saberlo todo sin saber nada o tan sólo entender algo de todo lo planteado.
Son precisos diagnósticos cabales de toda la situación al calor de los aciertos y de los errores, sin limitación alguna y con la honestidad y sinceridad que merecen las cuestiones del país, donde no caben los egoísmos ni antagonismos tan característicos de nuestra vida partidista; además, nunca se propusieron entender que todos somos hijos de la misma patria y que todo lo que concierne a ella es parte indivisible de todos los bolivianos y muy especialmente de los partidos políticos, en el gobierno o en el llano, y cuya responsabilidad es ilimitada y está sujeta al juicio del pueblo.
Sería conveniente una reunión conjunta de todas las fuerzas con representaciones poco numerosas y con delegados que, sobre todo, sepan de respeto, consideración y hasta amistad con quienes vayan a dialogar. No cabrían en estas reuniones pobladas o militancias que vociferan de todo y para todo y no den paso a las propuestas, a las conversaciones de conciliación y encuentro de soluciones a los muchos problemas planteados.
Para reuniones vocingleras sin resultado alguno, bastaría reunir a todos en un estadio, previendo que las consecuencias serían de enfrentamientos donde gane el que tenga mayor convocatoria y donde tendrían valimento las sinrazones, la demagogia, los celos y mezquindades, los reproches y las amenazas; para ello, no cabría propuesta alguna.
Si cada partido designa representantes dispuestos al orden y la concordia, todo resultaría positivo y muchas de las políticas del futuro encontrarían cauces dignos de seguirse. Pocas, muy pocas serían las condiciones para llevar a cabo la reunión: respeto, libertad de expresión y alto sentido de responsabilidad porque se trataría de encontrar remedios concertados, sinceros y honestos a los diversos problemas con el propósito de que los próximos poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial los lleven a cabo. Lógicamente, deberían participar de esa reunión algunos diputados uninominales (no de los elegidos “a dedo” que no representan la voluntad del ciudadano) y aportar ideas, criterios y pensamientos dignos de tomarse en cuenta.
Todos al final, tendrían que comprometer el fiel cumplimiento de las propuestas, sin reticencia alguna y con amplio sentido de responsabilidad.
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