Las fuerzas armadas chilenas aún no se han pronunciado en torno a la demanda marítima interpuesta por Bolivia ante la Corte Internacional de Justicia con sede en La Haya. Hasta el momento, que sepamos, no dijeron “esta boca es mía”. Existe total hermetismo en aquellas esferas.
En consecuencia la inquietud política que darán a conocer, tarde o temprano, sobre el particular, será determinante, en todo caso, para que el gobierno de la señora Michelle Bachelet Jeria asuma una posición definitiva acerca de la exigencia boliviana, que ha trascendido hasta los altos tribunales de la Organización de Naciones Unidas (ONU), en abril del pasado año.
No olvidemos que los sectores militares estuvieron siempre detrás de los gobernantes chilenos, es decir en democracia y dictadura, y que fácilmente pueden irrumpir en el escenario político, si vieran que hubo menoscabo a intereses estatales, cediendo, en algunos temas, a presiones de índole foráneo.
Las fuerzas armadas chilenas cuentan con aviones F-16 para proteger fronteras, gracias al cobre que fue extraído, en cuantiosas cantidades, de un territorio que Chile ha usurpado, hace más de un siglo, a Bolivia. Ese recurso natural, no renovable, no sólo ha permitido el potenciamiento militar sino que fue el pivote para que la patria de Neruda haya avanzado hacia las metas del desarrollo, con la pretensión de constituirse en paradigma del continente latinoamericano.
Sin embargo algunos actores sociales del país vecino han reiterado su respaldo a la demanda marítima boliviana que se dirimirá en una instancia internacional ecuánime. “Mar para Bolivia” coreó una muchedumbre en un teatro, cuando el mandatario boliviano visitó Santiago, con motivo de la asunción al Poder de la señora Michelle Bachelet, en la segunda semana de marzo del año en curso.
Tal actitud no ha pasado desapercibida dentro de nuestras fronteras, dado que Bolivia sustenta una demanda, exigiendo a Chile la restitución de territorio sobre el océano Pacífico. Pero la solidaridad de pequeños segmentos sociales no influirá en el ánimo de quienes administran la justicia en La Haya. Tampoco debemos engañarnos con que ese apoyo moral proviene del conjunto ciudadano chileno. Y es que desde que recurrimos a la Corte Internacional de Justicia ha crecido el espíritu antiboliviano en ese país, que se opone tenazmente a la histórica demanda marítima, lo que no cambiará de la noche a la mañana ni porque la señora Bachelet haya retornado al gobierno.
En suma: en este momento tan sensible en las relaciones boliviano-chilenas, debemos estar atentos al mensaje que emitirán los militares del país vecino, que marcará, indudablemente, la directriz en la política internacional, en lo que se refiere al centenario enclaustramiento de Bolivia.
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