Juan Bautista Del C. Pabón Montiel
Acostumbrados como estamos, celebramos o conmemoramos, en un día determinado del año, a una institución, persona, bodas de oro matrimoniales, cumpleaños de un ministro, fecha de fundación o efeméride patria o “día de la lluvia”, para justificar la holganza. La candombe nacional no se termina, sin fruto ni beneficio ni toma de conciencia por esos días perdidos y un larguísimo amén de días dedicados en particular a los viejos y a los niños. Tal es el caso del 12 de abril, especialísimo para el niño.
El niño es el regalo de la vida, la inocencia del humano dibujada a los largo de los tiempos. Al nacer ya es persona delicadísima a la que se puede apapachar en una mano. Por su belleza, su tersura y el encanto de su presencia es sujeto de atenciones.
Todo niño es una novedad, a la par que un misterio. De todo niño o niña su llegada llena las estrellas de danzas celestiales. La sonrisa del bebé borra lágrimas, limpia dolores y llena de amores el universo. La esperanza escondida de los padres y la sociedad está en un rincón del corazón: ¡ha llegado un niño! La sonrisa de mar, de arroz regado sobre los altares de la vida constituye el nacimiento de un pequeño.
Ese ramo de flores que es la resurrección de los tiempos, todos los días arriba al mundo entre sangre, gritos y ansiedades. Todo humano tiene que guardar en su pecho la inocencia del niño. ¡Ay! de los que perdemos la inocencia de adultos, encaminándonos hacia las sombras porque precisamente la inocencia es luz que viene del Altísimo.
En Bolivia tenemos leyes que protegen a los niños, pero cerca de 500 mil menores trabajan en el país. La mayoría no conoce el calor de mamá, de papá o de un hogar cálido y responsable. Y seguimos celebrando el Día del niño, con homenajes que no crean conciencia, menos respeto por ellos, que son víctimas de nosotros los mayores. Y, señores, los hogares sustitutos como orfanatos, casas cuna, Gota de Leche, como solíamos llamar al Hogar Carlos de Villegas, administrados por religiosas católicas; del que fue Patronato Nacional de Menores, creado por doña Josefa Saavedra, distinguida jurisconsulta boliviana, han cumplido y cumplen un papel misericordioso con los bebés de un día hasta los seis años.
No podemos dejar de citar otros establecimientos que cumplieron una labor de primera con la infancia. Hoy evocamos a sus mentores: Hogar de Huérfanos de Guerra “Capitán Félix Méndez Arcos”: Néstor Mattos Zelaya, fallecido, Raquel Vaca de Prada, finada, Víctor Hugo Méndez, Nelson Cuba Velasco, Elodia Saravia. No olvidamos al Hogar “Soria” de la ciudad de La Paz; al Hogar “Zelaya” de Oruro y “Lupi Lupi” de la misma jurisdicción, que dirigió el muy recordado Néstor Mattos, que solía decirnos: “mis hijos del Méndez...”. El Hogar que se encuentra en el puente Tagarete de Oruro, hace más de una década administrado por las Siervas de María Reparadoras Católicas. ¡Es toda una labor de madres....!
Pero, señores, es un camino el hogar de huérfanos, no una solución a la orfandad. Entender las últimas líneas en las que afirmamos este extremo, no es problema de inteligencia, sino humano; de haberlo vivido, de haberlo sentido en nuestras humanidades de niños abandonados. De seres que enfrentamos, sin ser culpables, la soledad, y ese es un problema profundamente existencial que marca con acero y fuego para toda la vida a los hombres adultos de hoy.
Final: nos sentimos felices de seguir siendo niños, de tener tantos hermanos y sobrinos hijos de nuestros compañeros de hogar; alzamos la vista y damos gracias al Dios de la Vida, por haber tenido protección adecuada en esos tiempos. ¡Una cosa es protección, distinguidos lectores y otra es amor...!
Puerto Suárez - Santa Cruz, Bolivia.
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