Jaime Lanza P.
La concepción de Lenin relacionada con el proletariado y otras fuerzas sociales, que informa la tradición dogmática del comunismo de antaño, es el enunciado teórico carente de contexto histórico, de que las organizaciones sociales constituyen la correa de transmisión del partido político. Asimismo, de acuerdo con las concepciones del mismo, en sentido de que la conciencia de clase debe ser introducida por el partido al proletariado y a otras fuerzas sociales, lo que en consecuencia establece el predominio histórico del partido sobre la clase y sobre toda organización social.
Si tenemos en cuenta que los que conforman la cúpula gobernante bolchevique someten a las fuerzas sociales al rol de instrumento dócil, la preeminencia de las organizaciones sociales queda relegada a un plano secundario, cuya única misión consiste en sustentar la prolongación en el poder de la cúpula gobernante, lo que ocasiona el fracaso del propósito de cambio y ha conducido históricamente a un totalitarismo de “mando e impongo”, sobre el proletariado y a toda la sociedad.
Si las fuerzas sociales, sindicales, vecinales, cívicas y otras se convierten en simple instrumento del partido al servicio de la cúpula gobernante, pierden su autonomía social frente al Estado y, por tanto, su capacidad y derecho a defender sus propios intereses. De esta manera, se impone el predominio de la dictadura de la cúpula gobernante sobre las fuerzas sociales. En esta realidad, la “dictadura del proletariado” sólo constituyó y constituye, un sofisma dogmático destinado a subordinar a las organizaciones sociales, mediante la fuerza o el cohecho de sus dirigentes.
De esta manera, las fuerzas sociales en tiempo y espacio quedan cautivas, sometidas y absorbidas por el partido a través del soborno de sus dirigentes, o la manipulación para dividirlas, disminuirlas y someterlas a la voluntad de los gobernantes y sus intereses.
En este sentido la cúpula gobernante sostiene que las fuerzas sociales son las gestoras del proceso revolucionario, por lo que deben constituirse en sustento y fuerza de dominación del resto de la sociedad, que respalden el ejercicio del terrorismo de Estado, físico, económico, judicial y psicológico, históricamente utilizado por el marxismo, leninismo, stalinismo, y hoy los resabios del mismo lo han mimetizado tras el cartel de socialismo del Siglo XXI para sojuzgar a la sociedad y prorrogar su permanencia en el gobierno, indefinidamente, a través del ejercicio del terrorismo de Estado.
Así mismo Lenin precisó la dictadura del proletariado como “el dominio no limitado por la ley y basado en la fuerza del proletariado sobre la burguesía, dominio que disfruta de la simpatía y el apoyo de las masas trabajadoras explotadas” (Problemas del Leninismo - Moscú. Editorial en idiomas extranjeros. 1953. Pág. 51).
La diáspora mundial de la militancia comunista, después de la caída del muro de Berlín, buscó desesperadamente la forma de mimetizarlo acudiendo al pronóstico de que se estaba produciendo -y acabaría de consumarse- un eclecticismo ideológico por el que el capitalismo viraría a la izquierda y el comunismo hacia la derecha.
Falange Socialista Boliviana considera que, en realidad, el antagonismo del pasado entre el socialismo marxista, leninista, stalinista, genocida y el capitalismo explotador del libre mercado, en el presente ha producido una híbrida síntesis de principios liberales y supuestos socialistas. Más al contrario este hibridismo ideológico, cimentado en el ejercicio del sistema del terrorismo de Estado, utiliza la democracia para acceder al gobierno y establecer una nueva Constitución, el monopolio de los Poderes del Estado y un totalitarismo que convierte las cárceles en campos de concentración, donde es internado todo opositor.
Asimismo, el socialismo del Siglo XXI, por su esencia genética materialista, es ateo. Marx declaró: “la religión es el opio de las masas”, ningún dirigente comunista lo ha negado, más al contrario, se enorgullece de ello.
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