BIENESTAR
Seamos honestos, a qué le damos más prioridad, ¿a los valores materiales o a los valores morales, familiares, sentimentales?…
En este nuevo siglo, en el que los cambios son evidentes, las transformaciones comunicacionales han dado un giro de 180°, porque demostramos lo que deseamos, lo que sentimos.
El estado en que nos encontramos lo reflejamos mediante una foto, para que los demás nos respondan un “ME GUSTA” en el Facebook, y consideramos que es fundamental para nuestra autoestima, ¿pero, alguna vez nos hemos preguntado dónde ha quedado el valor humano?, ¿dónde ha quedado lo que realmente es importante?
Cuando nos referimos a los valores, en esta oportunidad no estamos hablando del valor económico de un Ipod, de una Tablet o quizás del último modelo de celular o de un auto. Nos referimos al valor de las necesidades humanas, que representan sueños, anhelos y aspiraciones.
Es importante tener en claro que los valores son las convicciones profundas de los seres humanos y éstos determinan su forma de ser, de actuar frente a la sociedad, lo que hace la diferencia entre unos y otros.
Los valores humanos se aprenden desde la infancia; al nacer el ser humano no es bueno ni malo, desconoce normas y, por supuesto, ignora los valores. Entonces éstos nacen en el núcleo mismo del hogar, donde los progenitores tendrían que inculcar los valores día a día, sin dejar esa responsabilidad a terceros.
Sabemos que el rol de los padres no es una tarea fácil, pero es nuestra responsabilidad dejar buenos hijos a nuestra tierra y no así buenas tierras a nuestros hijos. Esto implica que, como en todo existen jerarquías y prioridades; las principales tendrían que ser: honestidad, respeto, obediencia, sencillez, sinceridad, tolerancia, responsabilidad, cortesía y tantos valores humanos que día a día vemos que se van desvaneciendo en el ajetreo de nuestra sociedad. Incluso saludar se ha convertido en algo sobreentendido. El agradecer ya no es importante, porque asumimos que todos tienen la obligación a hacer lo que deseamos. Ayudar al prójimo se ha convertido en algo que no vale la pena, porque nadie me dirá “ME GUSTA”. Pareciera que el ser tolerante ahora es sinónimo de estupidez, la fidelidad está pasada de moda, la dignidad se la tiene de acuerdo con intereses económicos.
Los valores humanos se los confunde con valores materiales, por ejemplo cuando escuchamos “cuánto vale tu cel…”, esto equivale a “es mi amiga!!!... porque su “cel” es de última generación.
“Mejor finjo dormir, así no tengo que dar mi asiento a esa señora que está embarazada o a ese viejecito”.
“Tengo que aguantar que esté con otras, porque si no ¿quién me dará dinero?”.
Muchos de esos comentarios los escuchamos a diario, porque estamos confundiendo el valor que tienen las personas y el valor que damos a los objetos.
Si bien no sabemos vivir sin valorar, ¿valoramos o somos valorados?
Es verdad que necesitamos el avance de la tecnología por las actividades que desempeñamos y porque nada se queda estático. Pero es bueno también reconocer que debemos avanzar fortaleciendo cada uno de los valores humanos.
Los valores dignifican y acompañan la existencia de cualquier persona.
El ser humano por naturaleza tiene facultades nobles y superiores, que son la voluntad y la inteligencia.
Trabajando a diario en ambas cambiaríamos el lugar que habitamos. Con voluntad acabaríamos con la indiferencia que ahora nos caracteriza en nuestro actuar con los demás.
Con Inteligencia el ser humano descubre que tiene que comportarse con sensatez y no manejarse por caprichos; guiarse por la razón, que nos hace entender lo que es bueno y malo.
Empecemos desde ahora a cultivar lo que somos y lo que deseamos ser, entendiendo y diferenciando los valores: humanos, familiares, económicos, morales, espirituales, sociales.
Y todo aquello que nos hace diferentes y únicos; trabajemos para ser parte de una sociedad diferente.
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