Buscando la verdad
Ocurrió el viernes 4 de abril del 2014, noche calurosa y de cielo estrellado. Invitados a una reunión, aceptamos ir de buen ánimo con mi esposa sin saber lo que el destino nos tenía preparado. Llegamos a la sede de la Unión de Militares del Servicio Pasivo de las FFAA sobre una plazuela del Barrio Militar en Santa Cruz de la Sierra. Siendo temprano aún, nos sentamos en una banca como hace 30 años en nuestros tiempos de enamorados.
La plazuela estaba impecablemente limpia, increíblemente iluminada, el pasto bien recortado, plantas y flores por doquier y la coronaba un monumento. Había otras siete personas en las bancas -un señor paseaba su perrito- se respiraba mucha paz, pero de pronto todo cambió de improviso.
Siendo las 8:45 p.m., el susto: Órdenes, refriegas y la impotencia de someterse a dos asaltantes encañonándonos con una pistola: “¡Calladitos, calladitos!”, “¡Celulares, celulares!”, “¡La cartera!”, “¡Billetera!”, “¡Quietitos, quietitos!”.
Cuando forcejeaba con los ladrones, mi esposa me gritó: “¡Están armados, no hagas nada!”. Me contuve entonces. Botín en mano, se fueron apuntándonos en un auto sin placa. Nadie movió un solo dedo para intentar defendernos.
Viendo la palidez y el dolor en el rostro de mi amada, cuestioné con bronca: “¿De qué nos sirven hermosas plazas, sin seguridad ciudadana?”. Luego, la meditación serena: Más allá de la pérdida económica, el asalto nos sirvió a Jannet y a mí para reflexionar sobre la vida y probar nuestra fe. Entonces agradecimos a Dios por no estar muertos ni heridos y perdonamos de todo corazón a los delincuentes y rogamos por sus vidas.
El lunes reuní a mis Gerentes y Jefes de Unidad para comentar el suceso. Me sorprendió que ellos también habían sido muchas veces víctimas. Entonces levanté una encuesta en la oficina y me indignó saber que de un total de 26 personas 19 sufrieron robos violentos y otros 4, hurtos; 7 de cada 10 fueron asaltados más de una vez y uno, secuestrado. En total ¡51 asaltos!
¿Cómo enfrentar la inseguridad? ¿Con más cárceles? ¿Encerrándonos en “Barrios Seguros”? ¿Castigando más? Sin temor a Dios, la solución no resulta fácil, pero inculcar valores y principios cristianos a los niños; restaurar a las familias; educar en prevención ciudadana; aplicar bien la justicia; reformar al delincuente y mejorar las condiciones de nuestra Policía Nacional, ayudaría bastante.
Si algo bueno salió de este suceso, es que hoy amo aún más a Dios por habernos guardado y asimismo a mi Jannet por seguir a mi lado.
El autor es Economista, Magíster en Comercio Internacional.
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