La noticia de perfil
Cuando dije a mi abnegada pariente espiritual que me ayudara a escribir esta crónica que se publicará el Jueves Santo, ella se persignó y luego me dijo que nunca había pensado en que tendría que colaborarme en la preparación de un sermón destinado a la conversión de los muchos pecadores que habemos en nuestro infortunado país, comenzando por el mismo Presidente Vitalicio y concluyendo en nosotros dos, que somos una pareja dispareja de pecadores corrientuchos, que no inventamos hasta ahora ningún pecado nuevo, pues todos ya lo habían sido en la época del neoliberalismo; de allí en adelante parece que no se registran nuevos pecadores, de acuerdo con la propaganda oficial.
Inmediatamente le aclaré a la cholita cochabambina que no pretenderíamos la elaboración de ningún sermón sino solamente una crónica que rememorase a nuestros lectores los hechos sobresalientes que se recuerda en este Jueves Santo.
Muy circunspectos y vistiendo ropa oscura no dirigimos a la Santa Catedral de Nuestra Señora de La Paz para asistir a las ceremonias litúrgicas correspondientes a la fecha.
En el trayecto a la Basílica, la cholita de Quillacollo me preguntó si allí nos tropezaríamos con el presidente Evo o con su vicepresidente Álvaro García Linera, tranquilizándola con la buena noticia de que el primero no se hallaba en La Paz sino en La Haya, donde entregó en mano propia al Presidente de la Corte Internacional de Justicia una documentación que respalda nuestra demanda marítima.
A la pregunta de la cholita de ¿acaso otra persona no hubiera podido hacer lo mismo y así ahorrar al Estado el viaje de una nutrida delegación que llevó hasta yatiris a Holanda?, le respondí que Evo sabía lo que hacía.
Para asegurar a mi comadre que en la Catedral no nos encontraríamos con el vicepresidente Alvarito, le aseguré a mi comadre que el vice Alvarín no pisa templos católicos porque es marxista – comunista y ateo y que por lo tanto no ingresa a locales sagrados del catolicismo.
Ya en pleno ceremonial litúrgico, mi comadre admiró la humildad del Arzobispo cuando se puso a lavar los pies de algunos ancianos, y siguió admirada al ser testigo de la bendición de varios elementos litúrgicos.
A la hora de comulgar me pellizcó de un brazo y me condujo al banquete pascual, comulgando ambos en esta rememoración de la última cena, cuando Jesús instituyó la Santa Eucaristía.
Concluida la ceremonia, mi comadre me entregó mi bastón de ciego y tomándome del brazo me ayudó a salir de la santa Catedral, donde no vimos a ningún capo del Gobierno, porque todos ellos fueron declarados laicos, de acuerdo con la Constitución.
Luego me llevó del brazo a visitar 14 templos, donde nos arrodillamos ante los monumentos eucarísticos.
Luego, Macacha me condujo a una cena llamada “La cena del señor”, organizada por un conjunto de presteríos donde nos sirvieron 14 platos diferentes preparados sin carne y donde me enterneció saber que había cinco mesas ocupadas por niños pobres.
Así transcurrió nuestro Jueves Santo. Macacha me dijo “Deo gratias” que ella tradujo como “gracias a Dios”.
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