Todos los bolivianos conocen de cerca o por referencia histórica la decisiva acción de Domitila Chungara para restablecer la democracia. Su lucha y convicción fue frontal y honesta sin variantes ni prebendas porque en su alma bullía el reconocimiento que los pueblos deben vivir bajo la premisa de la delegación del poder por el pueblo.
Más allá de la puntualización de los hechos heroicos que concibió y los hizo realidad para la consecución de su elevado objetivo, es importante analizar la estructura de una mujer excepcional: desde muy joven aprecio, sin recursos de una educación esplendida, la incidencia en la vida de los humanos de la autoconciencia, su inclaudicable preocupación por el desarrollo y ejercicio de la libertad como valor intangible imprescindible para la fundamentación de la razón del ciudadano, entendiendo perfectamente que la repetición de las dictaduras es un desandar en la cultura de los pueblos e incentivando a las capas sociales a participar activamente en el propósito de percibir el interés colectivo.
Ella entendió que desde el contexto familiar se pueden enraizar ciertas tendencias inevitables que acompañan a la democracia, refulgentes con vigor en su ser como algo irremplazable que orientaba su vida. Domitila movilizo todas sus energías vitales en aras de la democracia pero lo hizo con extrema nobleza renunciando a aspiraciones personales, neutralizando su ímpetu para entregar a las masas el ejercicio de esa energía a través del voto.
Sentía, esta noble mujer, lo mismo que Goethe alguna vez escribió “esto lo que tú eres, no puedes escapar de ti mismo” y Domitila proclamaba su sentimiento democrático con una grandeza humana sin límites ni remilgos, así ofrendo su vida ante una tangible limitación de las libertades personales que ocasionaban el oprobio de la desaparición de personas, encarcelamientos, destierros y amedrentamiento familiar.
Domitila Chungara comprendió que la persona es grande no porque sea diferente a otras personas sino porque genera en su conciencia la obligación de crear mejores oportunidades para la población. Nos enseño que no se puede aceptar obedientemente la imposición de un régimen irregular y se involucro a riesgo físico en lo transparente y claro, como antítesis de lo recóndito y oscuro.
Su espíritu noble entendió esta distinción pues encontró la verdad revelada en su lucha. Abrió el conocimiento del valor de la democracia no por conductos especiales abiertos solo para personas elegidas sino por los hechos que pueden ser heredados y aprendidos por la integridad o mayoría de la población y que pueden ser reproducidos en todo el mundo.
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