Maltrato en las oficinas públicas



El público que llega a las oficinas públicas en uso de sus derechos para realizar trámites, hacer reclamos o consultas, casi normalmente recibe maltrato de los funcionarios; muchas veces no sólo sufren por el “vuélvase mañana” de siempre, sino que hasta reciben trato desconsiderado, maleducado y hasta contrario a normas elementales de educación y cortesía.

Hace muchos años, llegó la noticia de la capital de Noruega, Oslo, anunciando que la ministra de consumo y administración organizaba “cursos para sonreír al público” destinados a los funcionarios de la administración gubernamental. La medida dio resultados porque la mayoría, aun sin asistir a esos cursos, examinó su conducta, hizo autoanálisis y decidió cambiar.

En Bolivia, como ocurre casi en todos los países que cuentan con excesiva burocracia gubernamental, se sufre un maltrato de muchos funcionarios que ocupan oficinas y escritorios muy bien montados y que, seguramente en su fuero interno, creen que atender al público es hacerle un favor. Parece que nadie piensa en que son los ciudadanos, con el pago de sus impuestos, los que proveen recursos para pagar los sueldos de esos funcionarios y que, por lo menos en retribución, ese público merecería mejor atención.

Muchas veces, especialmente en los últimos años, se debe soportar la mala educación, la prepotencia y hasta malacrianza de empleados públicos que se sienten reyes, que creen que el poder de estar en el gobierno les da facultades extraordinarias para tratar al público como “vasallos del príncipe o del rey”; que lo que hacen es, simplemente, “cumplir con el jefe” y hacen gala de racismos, mala educación, tozudez y hasta prepotencia.

Que hay excepciones, sí, las hay; pero, en todo caso son pocas y notables: por ejemplo, es simpático e interesante encontrarse con una señora de pollera que atiende con educación, está bien vestida y sabe cómo, por qué y para qué debe atender al público que asiste a esa dependencia gubernamental. Muchos empleados de las mismas dependencias, deberían recibir “cursos de sonrisa y buena educación” de esa funcionaria que honra a su cargo, se siente orgullosa del ropaje que viste y está muy lejos de mostrar complejos, racismos y otros crasos defectos que lastiman al público y desprestigian al gobierno y su partido.

Sería difícil instalar “cursos para sonreír al público”; pero las autoridades superiores de la burocracia de gobierno deberían instruir a jefes de sección y personal que deben ser educados, conscientes de sus deberes, amables, pulcros en su presentación y asomar una sonrisa al público que asiste en demanda de una atención a la que tiene derecho. De esta manera nos entenderíamos mejor todos los bolivianos y hasta se abrirían las compuertas del diálogo, de la concordia y la amistad para enfrentar, conjuntamente, los problemas que lastiman a la nación y que requieren el concurso general para solucionarlos.

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