Oscar Únzaga

Los que aprendimos de ti el inmenso amor a Bolivia, por los que viven marginados en la periferia social y principalmente económica de nuestra sociedad, con los cuales compartías su inmensa sed y viril lucha por Justicia Social, los que heredamos hoy el ideal lo compartimos.

Oscar, incansable, valeroso y enérgico capitán, fue tu existencia un continuo combate, ni un solo instante mermó tu amor a la Patria; tu contagiosa fe en el ideal y tu entrega total a tu pueblo emocionaba el alma misma; fue imposible no seguirte, no unirse a tu lucha por Bolivia. Fuiste maestro de juventudes, aguerrido combatiente, dueño de una férrea voluntad inquebrantable frente a las amenazas y las celadas de tus enemigos y de los delatores que te fingían lealtad. En esta hora trágica que vivimos, con falacias doctrinales, ideologías híbridas, prostituidas, de populistas, derechistas e izquierdistas, que se disputan el poder para satisfacer sus inconfesables intereses individuales y de grupo, es nuestro deber mantener en alto la pureza de nuestro credo, con el más noble celo de quienes guardan la integridad y la voluntad de lucha por el ideal.

Paladín de tu pueblo, pensativo, estricto e hidalgo señor, bravo como un león, apóstol y soldado de la causa, de todos los laureles del heroísmo, los de tu ruda gesta son los más gloriosos. Desde el cielo de Bolivia la inmensa dimensión de tu fe en el ideal se irradia y tu ejemplo, hoy como ayer, se difunde en tiempo y espacio por todos los confines de la Patria. Campeón de la hazaña falangista, forjador de Patria, símbolo augusto de la causa, alma joven siempre bella, deslumbrante verbo, la semilla del ideal que planteaste en lo más hondo y fértil de nuestro ser y nuestro espíritu, hoy más que nunca continúa vigente. Pasaste la vida combatiendo y el último aliento tuyo fue un reto a la ignominia, un paso hacia la gloria.

Pasaron ya 55 años de tu paso hacia la inmortalidad y a través de ella, estás presente en el corazón de los desposeídos que saben de tu entrega y lucha. Partiste con el corazón henchido por el magnífico presente, el holocausto de tu vida en el altar de la Patria. Por Bolivia, por el ideal, por las mujeres, hombres, jóvenes y niños que hoy sufren el hambre y la miseria de cada día.

Hoy desde todos los confines de Bolivia te rinden homenaje póstumo, con la voluntad inquebrantable de continuar la marcha ascendente hacia el nuevo amanecer. Porque el derecho de nuestro pueblo para disponer su propio destino es inextinguible.

Difícil tarea para los que te suceden, realizar la nación, pero cuando es más dura la tarea, más fuerza y voluntad de vencer nos dará la lucha. En esta hora infausta que vive la Nación sumida en caos, anarquía y corrupción, en esta hora aciaga para nuestro pueblo, burlado por la argucia de los impostores que frustraron la revolución, es el grito de rebeldía que brota de nuestro pueblo y los labios recitan una plegaria, que es Patria, es un salmo de victoria que impulsa hacia las más grandes rebeldías y hacia las más grandes empresas.

En este momento de evocación, eres la fortaleza que alimenta nuestra voluntad para emprender la lucha, como el hijo de Esparta recibía el escudo para devolverlo vencedor o para caer bajo él con gloria. Es un acicate para vencer el que en este día de recordación nos llena, es la hora bendita en la que con decidida y viril voluntad reiniciamos la marcha, para coronarla desde la cima donde triunfal el ideal sagrado y la victoria nos aguardan. Realizaremos la Nación y la proyectaremos, engrandecida, renovada e integralmente participativa y solidaria, hacia los niveles superiores del desarrollo integral y sostenido, que garanticen mejores niveles de vida para todas y cada una de las familias bolivianas. Avanzando siempre, avanzando por todos los caminos que sean propicios para coronar con éxito esta empresa.