Aunque el más celebrado escritor dentro del panorama de la América morena, el difunto e inmortal colombiano Gabriel García Márquez, no haya plasmado en “su” Macondo inmemorial ni una sola línea referente a la Copacabana situada a orillas del Titicaca, uno de sus mayores biógrafos -sino tal vez el mayor- Dasso Saldivar, para plasmar la biografía titulada “García Márquez el viaje a la semilla”, tuvo que orientar a mediados del siglo pasado sus pasos hacia la olvidada Copacabana de Medellín, en búsqueda de la monja salesiana Aida García Márquez -hermana del connotado intelectual- para desentrañar algunos de aspectos que rodearon la vida del Premio Nobel de Literatura revelados casi veinte años después en la aludida obra (Ediciones Alfaguara, Santillana S.A., Madrid 1997).
Ante todo, la ligazón de Colombia con la Copacabana del Lago Sagrado de los Incas no es casual, pues un renombrado cronista del Reino de Santa Fe -que es como se denominaba en tiempos de la colonia a la actual Colombia- José Antonio Benítez (“El Cojo”), en su célebre obra el “Carnero de Medellín”, relata que comisionado por el célebre Benalcázar el conquistador Jorge Robledo ingresó en los territorios de Antioquia y “el primer pueblo que descubrió fue el de Copacabana, donde asentó sus reales e hizo edificar una pequeña ermita en la que primeramente se administró el santo sacramento del bautismo, se predicó el santo evangelio y se celebró el primero y santo sacrificio de la Misa por el presbítero Facundo Martín de la Parra, y por esto es que la iglesia parroquial del sitio de Copacabana, es la primera de todo el cantón”.
Y el relato prosigue “La segunda se fundó en el poblado donde estaban de habitación los indios Anaconas, llamados así por el nombre de su cacique Ana, que lo gobernaba, cuyo pueblo fue trasladado al sitio donde hoy se halla con el nombre de la Estrella (alusión a la Estrella de la Evangelización americana?)… La tercera iglesia es la que se fundó en este sitio que hoy es la Villa de Medellín”; o sea que la misma hoy capital del departamento de Antioquia surgió bajo el influjo de la fe a la Virgen de una apartada y olvidada comarca indígena que subsiste hasta hoy rodeada por altas cumbres nevadas, fundándose mediante Real Cédula expedida en Madrid el 22 de noviembre de 1674 con el nombre de la “Candelaria de Medellín”...
Siendo invitado en 1993 al festival de Medellín, a mis manos llegó una réplica de un mapa de la ciudad que hoy cursa en el Archivo Nacional de Bogotá, elaborado en 1791 por Francisco José Ramos, el que se advierte en la numeración 2), lo siguiente: “Barrio de entrada a Medellín de las poblaciones de Copacabana”, lo que equivale a decir que por aquellos años varias poblaciones circunvecinas llevaban el denominativo de Copacabanas, quedando más tarde solamente la actual Copacabana con ese nombre, al desglosarse las demás de la parroquia y adquirir otros nombres para diferenciarse unas de otras, entre ellas San Pedro, Belmira, Entreríos, Santo Domingo, Barbosa o Girandota.
Por esta circunstancia, en el municipio colombiano de Copacabana actualmente se recuerda a la Virgen como “Fundadora de pueblos”, título que consta tanto en el escudo de Armas como en el himno de la ciudad; y al seguir en otros países un proceso similar el arzobispado de Lima la declaró Patrona de todo el antiguo virreinato del Perú.
Además de la Copacabana situada en la sierra de Yusca (Antioquia), registrada por el álbum “Los nombres originales de los territorios, sitios y accidentes geográficos de Colombia” (Bogotá 1997); el monumental Diccionario Geográfico editado por el Instituto Agustín Codazzi de Colombia menciona dos más en otras latitudes.
De manera similar a Macondo, en tiempos de la colonia Copacabana se sitúa en una suerte de espacio móvil e intemporal de la dilatada geografía latinoamericana, ligando la bio bibliografía de Saldivar, sin proponérselo siquiera, dos puntos disímiles en el trazo de una Geografía de sueños, si vale el término.
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