Malvinas ¿base nuclear?

La reciente denuncia argentina, a través de su Presidenta, sobre la intención de convertir a las islas Malvinas en una base nuclear, con la consiguiente protesta ante el Reino Unido y queja oficial ante la ONU, se constituye en una alerta general para la región.

Referirse a las islas Malvinas es retrotraer a la memoria un encantador territorio de una extraordinaria flora, fauna y un sorprendente mundo marino propio, colmado asimismo de importantes fuentes de recursos -recién descubiertos- que según publicaciones, abarcan reservas de uranio, oro, hierro, y una reserva de carbón de 2.000 millones de toneladas, lo que la sitúa en el mundo después de la de EEUU, incluidas vetas de cuarzo y purita que alcanzan a 2.500 toneladas. De acuerdo con estudios realizados en la zona, con las riquezas de las islas y sus alrededores se podría abastecer a 2 humanidades completas.

Pero el soberbio y encantador paisaje descrito se encuentra hoy trágicamente amenazado de extinción, por el amago de peligro nuclear (quiera Dios que no sea así) y el consiguiente riesgo para el continente.

Recordemos que en 1968 Gran Bretaña parecía estar conforme con la tesis argentina de soberanía en la reconocida disputa, lo que culminó en una cuasi-transferencia. Pero súbitamente endureció su posición y no admitió más reclamos de soberanía “hasta nuevo aviso”. La posterior invasión armada y pormenores es conocida por todos.

Lo anterior coincide, curiosamente, con una reciente nota editorial del matutino Daily Mirror del Reino Unido, que con desembarazada franqueza afirmaba “… no ejercer la soberanía sobre las islas Falkland, Georgias y Sandwich del Sur, es perder el valor estratégico de las islas e implica la pérdida de importantes fuentes de recursos y posiciones estratégicas en el “tablero mundial”, es decir que quien domina el archipiélago del Atlántico Sur pasa a tener influencia en un radio que llega a cubrir la mitad sur de Argentina, la Antártida y los mares que rodean a estas zonas…”.

En consecuencia, en caso de verificarse fehacientemente la veracidad de la denuncia argentina sobre la amenaza nuclear (por cuanto el aspecto de la militarización se encuentra “prima facie” comprobado por la existencia de 2 soldados por cada habitante), al margen de daños conocidos por toda la sociedad por las experiencias en Chernobyl, Japón etc., en opinión de Greenpeace y otras organizaciones ecologistas “toda la vida en la tierra y en los océanos se encuentra expuesta a niveles naturales de radiación de alta frecuencia, cuyos daños genéricos se puede curar, no así los genes afectados por la radiación creada por el hombre en el cambio de ADN, lo cual es incurable…”.

En conclusiones Bolivia como parte de la comunidad internacional debe estar advertida para hacer conocer su consiguiente voz de protesta para apoyo a la Argentina.

Felipe Tredinnik Abasto -en vida emérito internacionalista- aconsejaba a nuestro Gobierno la formación de la llamada “conciencia internacional”, como parte de su formación cívica y pedagógica.

El autor es abogado.