Movilización social en las FFAA

La base sustantiva de las Fuerzas Armadas está en plena movilización social, arguyendo que es víctima de discriminaciones de todo orden, pese a que hace tres años presentó sus demandas, por la vía regular, sin que hubieran merecido la atención del caso.

Al presente, cuando la reacción por este menosprecio se halla en marcha, por la experiencia que se tiene en conflictos de tanta magnitud, puede decirse que son estériles las medidas represivas. Más bien, lo que consiguen es enfervorizar más a los suboficiales y sargentos, así como a sus familias.

De ahí que ni siquiera el diálogo puede corregir las injusticias en que se incurre contra el personal más activo que tiene la institución castrense. Un diálogo implica dar y recibir, los suboficiales y sargentos de las Fuerzas Armadas están luchando contra un sistema que los humilla. Por tanto, consideran que en nada pueden ceder, puesto que sus demandas no son negociables, forman un cuerpo global que no es posible fragmentarlo. El riesgo que correrían es que los comportamientos que los sojuzgan se magnifiquen.

Se ha conocido, por medio de una cadena televisiva, en su noticiero de la mañana (25/4/14), las abismales diferencias que se producen en las Fuerzas Armadas cuando se trata, por ejemplo, de reajustes salariales. Los generales, que tienen ya ingresos altos por su investidura, reciben el 35%, en tanto que a los suboficiales se les concede un modesto 10%.

Así, quedó develado que al interior de la institución militar proliferan los fantasmas del abuso de autoridad y la postergación de sus más valiosos servidores, puesto que constituyen el cimiento de la estructura militar. Cumplen la tarea más difícil y, quizás ingrata: instruir a los conscriptos en el uso de las armas y de las rigideces de la vida cuartelaría. Además, están en la primera línea cuando se producen actos de fuerza.

El Ministro de Defensa cometió grave error, al recurrir a “chismes de cocina” para desacreditar a los dirigentes de la movilización de los suboficiales y sargentos, como un supuesto medio de resolver el conflicto. Más bien, la reacción que provocó entre éstos y sus familiares ha sido ofenderlos e indignarlos.

Resultó tan contraproducente la actitud del ministro Saavedra que, al presente, la ciudadanía aplaude en calles y plazas a los movilizados, cuando realizan sus marchas y actos públicos dirigidos a denunciar las humillaciones y limitaciones que sufren.

La cuestión principal por la que se quejan los movilizados fue corroborada por el presidente de la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara de Diputados. Su presidente, Rodolfo Calle, declaró a EL DIARIO (22/4/14) que, por el trato diferenciado que reciben los oficiales, respecto a suboficiales y sargentos, sí existe discriminación. Pidió que, tanto unos como otros, sean atendidos con la misma calidad.

Existen, asimismo, coincidencias en que urge actualizar la LOFA (Ley Orgánica de las Fuerzas Armadas), porque su vigencia data de antes de la Guerra del Chaco. Esto daría lugar a que, al amparo de esta norma legal, se incurra en excesos y atentados a los derechos humanos.

El diputado oficialista Javier Zavaleta, al ser consultado sobre si el Legislativo está tratando la modificación de la LOFA, dijo que la Asamblea no tiene propuesta alguna sobre este asunto, por “desacuerdos en las Fuerzas Armadas”.

A su vez, entrevistado el senador opositor Marcelo Antezana (ex jefe militar), puso de manifiesto que una propuesta de Ley para ese efecto presentó hace dos años.

Antezana declaró a EL DIARIO que “existen disposiciones transitorias en la nueva Constitución, que dan tiempos y obligan a actualizar todo el sistema jurídico-legal del país, esto no se está cumpliendo y las Fuerzas Armadas no están exigiendo a su Capitán General la aprobación de una nueva LOFA y el paquete de leyes que está guardado en escritorios del Parlamento”.

La perspectiva del conflicto es incierta, pero puede tener desenlaces imprevisibles. Al gobierno le corresponde adoptar rápidamente soluciones razonables, que no caigan, una vez más, en los desacreditados argumentos de que se trata de una cuestión política, menos de un complot subversivo. Basta de engañarse a sí mismo y, por añadidura, a la opinión pública.