La señora Michelle Bachelet, de izquierda, que ejerce el mando de la nación chilena desde marzo pasado, ha decidido aferrarse, como lo hizo su antecesor de derecha, señor Sebastián Piñera, a aquella actitud considerada como una política de Estado, que no ha permitido, ni en dictadura ni en democracia, reponer la soberanía boliviana en el Pacífico, arrebatada hace más de un siglo por el expansionismo transandino, en connivencia con intereses de origen inglés. Esa premisa política no hizo otra cosa que resguardar el territorio y el mar territorial que Chile había despojado a Bolivia en 1879.
En este contexto recordemos que la señora Bachelet, al anoticiarse de la demanda boliviana, el pasado año dijo: “Me interesa que a Bolivia le vaya bien, y todos los temas que se pueda trabajar y que respeten los intereses de Chile. Me parece que es un serio error, puesto que se ha optado por abandonar el camino del diálogo entre nuestros países y pueblos y que ha caracterizado la relación por más de un siglo” (EL DIARIO, 12 y 25 de abril de 2013).
“En el pasado privilegiamos los 13 puntos, pero claro, una vez que uno de esos 13 puntos está en La Haya, es evidente que ahí tiene que continuar el tratamiento de ese punto”, afirmó la señora Bachelet al asumir el gobierno de su país por segunda vez. Véase, por si haya duda, los rotativos paceños de 13 de marzo de 2014.
Chile “respeta y respetará los tratados internacionales”, aseveró, cuando Bolivia presentaba su memoria jurídica ante la Corte Internacional de Justicia, con sede en La Haya (EL DIARIO, 16 de abril de 2014).
En consecuencia la primera autoridad nacional chilena ha retomado el hilo de la diplomacia dilatoria, distraccionista y evasiva, en lo referente al tema marítimo, que ha obstruido siempre la posibilidad de lograr entendimiento boliviano – chileno, en la histórica perspectiva de generar paz, amistad y confianza, con una decisión política para la solución al centenario encierro geográfico. Sintetizando diríamos que la señora Bachelet transita por los mismos vericuetos por donde anduvieron en el pasado quienes, en su mayoría, jamás aceptaron restañar la herida abierta en 1879, por la invasión anglo – chilena. ¿Y qué podemos esperar ahora de ella? Ojalá que esta realidad cambie, más adelante, a favor nuestro.
Bolivia, pese a esta situación desfavorable para la causa marítima, ha continuado insistiendo en una aproximación con Chile, a fin de solucionar sus problemas pendientes, mediante diálogo constructivo, con argumentos válidos, que se fundan en los ofrecimientos de 1950 y 1975, que difícilmente serán rebatidos ante organismos multilaterales o en los estrados de la justicia internacional por quien detenta arbitrariamente nuestro Litoral.
En suma: la solución del problema marítimo boliviano depende de la decisión política que asuma la señora Bachelet. Que Dios la ilumine.
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