Delante del Señor estaba
la Magdalena, triste y vergonzosa,
como bajo del sol bermeja rosa
por sus ardientes rayos traspasada.
Su gran dolor teníala robada,
marcando su aflicción, la voz quejosa...
Pensaba en que pasó tan peligrosa
vida de su vida descuidada.
Los pies, que de los pasos fueron guía,
en lágrimas bañados, enjugaba
con los cabellos con que se cubría.
Allí, el Redentor a quien buscaba
encaminada fue, porque quería
que amase aun mucho más quien tanto amaba.
Fray Agustín de la Cruz.
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