Buscando la verdad
¿No resulta demasiado coincidente que mientras unas pocas personas se oponen con bloqueos de carreteras y enfrentamientos, a que el Gobierno construya un cuartel antidroga en Yapacaní, en Santa Cruz, Bolivia, violentos crímenes se sucedan con rapidez en ese mismo lugar, para muchos convertido ya en una “zona caliente” del narcotráfico? No otra cosa se puede deducir cuando, desde el 2002 la Fuerza Especial de Lucha Contra el Narcotráfico confiscó 16 toneladas -no kilos, toneladas- de droga en Yapacaní (“El Deber”, 21/ABR/2014).
Casi en paralelo, mientras se objetaba la construcción de un Centro Antinarcóticos para la Fuerza de Lucha Antidroga en aquella localidad, una vez más la opinión pública fue sacudida por una escabrosa noticia dando cuenta que toda una familia -el padre, la madre y dos pequeños niños- habían sido brutalmente asesinados en la localidad de El Torno, en Santa Cruz, presumiéndose un ajuste de cuentas por el sadismo con el que el crimen fue perpetrado: los niños habrían sido golpeados, la madre asfixiada y el padre abatido con una escopeta.
Se sabe que la pareja asesinada estuvo detenida varias veces por tráfico de cocaína desde el 2006, habiendo salido de la cárcel, sin embargo, aparentemente por orden judicial, con medidas sustitutivas.
Durante los últimos años varios asesinatos se han venido registrando en Santa Cruz con características escalofriantes atribuibles al tráfico de drogas, con un sadismo ajeno a la historia cruceña: cuerpos acribillados, desmembrados, enterrados vivos, torturados y hoy, niños aparentemente reventados contra el piso o la pared, a la vista de sus padres.
Algo “inimaginable” hasta hace poco tiempo, como comentaba con el destacado periodista del periódico “El Deber”, Guider Arancibia, responsable de cubrir el tema, con quien -como Hermanos en la fe- coincidimos en que las cosas en el país, particularmente en Santa Cruz, no van por buen camino en cuanto a la lucha contra la producción y el tráfico ilícito de drogas, lo que se está reflejando en la brutalidad en las ejecuciones por ajustes de cuentas.
¿Qué pasó para haber llegado a semejante situación de maldad descontrolada? La codicia, el ansia de dinero fácil, la presencia de elementos ligados a mafias internacionales que -carentes de moral y temor de Dios- quieren imponer su código de terror, hacen que en sus ejecuciones muchas veces la realidad supere a la imaginación.
¡Dios dé sabiduría a nuestros gobernantes para salvar a Bolivia del flagelo del narcotráfico!
El autor es Economista, Magíster en Comercio Internacional.
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