Bolivia ha ratificado, en más de una ocasión, ante la opinión pública latinoamericana y del mundo, su vocación pacifista, fundada en el diálogo, la concertación y el consenso, como una decisión política para resolver sus problemas pendientes, particularmente con Chile.
Lo hizo dentro y fuera de nuestras fronteras, sin subterfugios ni imposiciones, sin amenazas ni intimidaciones, sino con la solvencia moral que avala su verdad histórica. Y con la humildad que inspira la templanza espiritual.
Fruto de esta convicción pacifista son los tratados que ha suscrito con el país agresor, pero éste, como bien sabemos, siempre ha esquivado su cumplimiento. No hay antecedente de que Chile haya honrado ni un tratado. Y la prueba más contundente es el incumplimiento del Tratado de 1904.
En esta perspectiva, y con el propósito de encarar una solución al centenario encierro geográfico, nuestros gobernantes se aproximaron no sólo ahora sino también ayer a los “inquilinos” de La Moneda, recibiendo como respuesta portazos que son como señales distraccionistas y dilatorias. Por ello mismo se ha postergado, permanentemente, el encauzamiento de las difíciles e intrincadas relaciones diplomáticas boliviano - chilenas.
En este marco se registraron, además, los controvertidos abrazos de Banzer con Pinochet, de Bedregal con del Valle, de Paz Zamora con Aylwin, de Morales con Bachelet, que poco o nada contribuyeron a favor de los supremos objetivos de reivindicación marítima.
Por consiguiente Bolivia no ha sido retribuida con ese mismo ánimo y predisposición al diálogo, veraz, efectivo y sin ambages, por quien detenta, arbitraria y abusivamente, su territorio y mar territorial, desde la reprochable invasión de 1879.
Producto de esta apertura boliviana al diálogo fue la agenda de los 13 puntos, acordada en julio del 2006 y cuyo punto seis incluía la demanda marítima, misma que no llegó a plasmar sus objetivos, debido a la artera actitud transandina. Este inusual acercamiento boliviano - chileno llamó poderosamente la atención al interior y exterior de nuestras fronteras. Unos lo respaldaron y otros lo criticaron ácidamente.
El acta final de la XXI Reunión del Mecanismo de Consultas Políticas Chile - Bolivia, celebrada, en fecha 13 de noviembre del 2009, en Santiago, en el punto VI, referido al tema marítimo, de la agenda mencionada, manifiesta “que los viceministros, de ambos países por separado, coincidieron en destacar la importancia del proceso de diálogo realizado hasta la fecha y resaltaron la utilidad de los aportes que han venido proporcionando los equipos técnicos de las naciones”. (EL DIARIO, 11/12/2009). Y luego todo se vino abajo.
Pese a la voluntad y propensión boliviana a entablar seriamente el diálogo, tendente a encarar acuerdos satisfactorios, que redunden por la paz e integración de ambos países, con una solución al centenario problema, no fue posible.
En suma: el diálogo bilateral no ha dado los resultados esperados y en consecuencia Bolivia optó por apersonarse a La Haya. Y esperemos que no ocurra lo mismo más adelante.
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