El titular de la cancillería chilena, Heraldo Muñoz, ante la legal e histórica demanda boliviana interpuesta ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya, prorrumpió con una insolente frase (no menos risible por ingenua), “la salida soberana al mar para Bolivia está cerrada para siempre”.
Al mismo tiempo anunció la contratación de asesoría especializada para responder contundentemente a supuestos “derechos expectaticios” y defender el “interés nacional”.
Definitivamente para Muñoz el intento boliviano ante el tribunal internacional es una virtual guerra total, un enfrentamiento. En consecuencia, el diplomático y “cientista” en Relaciones internacionales se pertrecha para ello. De repente el espíritu del agreste canciller Abraham Koening se ha reencarnado.
Así, pues, el Gobierno chileno suma un nuevo eslabón en su cadena de errores y revela definitivamente que es patraña su activa y eficaz diplomacia.
Recordemos el reciente descalabro que sufrió por la demanda del Perú ante la CIJ, por la cual perdió 22.000 Km. de zona exclusiva, al tratar de convertir un convenio pesquero en un tratado internacional (ofendiendo con esto la experiencia e inteligencia de la Corte).
En este sentido, hechos históricos como su abstención e inamistoso antagonismo al tratado de asistencia recíproca en ocasión del conflicto de las Malvinas y su desesperado clamor de mediación papal en el caso Beagle, así como el reciente caso de la detención de conscriptos bolivianos, que la comunidad internacional le obligó a liberarlos sin culpa alguna, además del actual fracaso de su representación económica y diplomática al tratar de conseguir gas del Perú, país que a través de Camisea envía ingentes cantidades al lejano México, revelan su incomprensible política diplomática.
Hoy, según opinión de expertos de la Unión Europea, Chile exhibe una débil política exterior, que no le permite forjar alianzas estratégicas para defender sus intereses y que lo han convertido en un país paria, concordando con las palabras de su propio Ministro de Defensa, al reconocer que su país es un “buen alumno, pero mal compañero”.
Actualmente su diplomacia no descarta impugnar la competencia de la Corte Internacional, es decir plantear habilidosamente el retiro de su representación o, en caso contrario, tratar de diferir o retardar el proceso. Así, pues, queda al descubierto que la verdadera fortaleza y competencia de Chile es y será su aparato militar, representado por su generalato y almirantazgo, agrupados en el amenazante COSENA, que se constituye -en la penumbra- en la palabra oficial e insoslayable de nuestro oponente (gobierne quien gobierne), ahora sumado deplorablemente al perfil de la presidenta Michelle Bachelet, constituida en un verdadero paradigma militar.
Finalmente, Chile debe entender de una buena vez que las buenas relaciones e integración son una obligación para que las soluciones tomen otro cariz, ya que una cosa es tratar de forzar soluciones por la vía de la declaración procaz, la intimidación, la demostración militar o el poder económico y otra es hacer las cosas de manera fraternal, con negociaciones en las que todas las partes ganen.
El autor es abogado.
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