La historia se repite, desde el interior de las Fuerzas Armadas surge el virus mortal del contubernio y la conspiración, alimentado siniestramente desde afuera; ¿estará en este perverso momento la mano del Gobierno?, de ser así, ¿cuál es la intención para continuar destruyéndolas?, si desde el inicio de su gestión las tiene sometida a su entera disposición; entonces, ¿de dónde sale semejante actitud que las deja mortalmente heridas? La verdad es un interrogante.
“Fouché”, “el genio tenebroso del Gobierno francés, que tira todos los hilos, eludiendo siempre toda responsabilidad, quien en compañía de alguien se coloca detrás de la figura principal, empujándola hacia adelante sin importarle consecuencias”, es una figura que nos recuerda a la de Quintana, que lanzó sobre las Fuerzas Armadas el adjetivo de “descolonizar”, sin ninguna explicación razonable del porqué y para qué, ahora una carga cancerosa.
Este concepto está ligado al acceso o acción de independencia y auto determinación de los pueblos y territorios sometidos por alguna potencia extraña en lo político, económico, social y cultural, refiriéndose también a grupos sociales que van de lugar a otro, sea para poblarlo, cultivarlo o establecerse (caso cocaleros y otros órganos como el Instituto de colonización). Sin embargo los “masistas” usan el concepto sin entenderlo, que es despojarse de toda influencia capitalista u occidental, con tan grave contradicción que nadie mantiene su estado nativo o primario, como los conquistadores los hallaron; ahora manejan celulares, computadoras, pronto aprenderán el inglés, qué fortuna es descolonizarse donde la calidad de vida es terriblemente foránea; los militares tendrán que utilizar la bayeta de tierra como uniforme, sujetos dizque a un comportamiento netamente de hace 500 año.
El status castrense es tan razonable que no existe motivo alguno para “descolonizarse”, ni los argumentos planteados por los subvertores sargentos y suboficiales se sustentan en la verdad, tanto desatino sólo muestra una subordinación a extraños y oscuros intereses político - partidarios. Por principio de autoridad, los mandos superiores por el honor institucional deben mantener tal decisión, siendo menester apartar todo temor que sólo debilite su condición, y que el globo no se desinfle; fueron cometidos graves delitos que no sólo afectan a esa institución, sino también a la Seguridad Nacional. Reconsiderar la decisión significaría reincorporar a un personal que no es de confianza, y en cualquier momento podría en el interior de esa institución, dar alguna sorpresa desagradable.
Surge el criterio de que esta institución está pagando su propia factura, por el nefasto delito de “lesa institución”, cometido y sembrado por generales del alto mando, que dieron rienda suelta a su desprecio, rechazo y desconocimiento de la CPE, de sus propias leyes, doctrina y reglamentos, declarando a las Fuerzas Armadas como “socialistas”, deliberación ideologizada de la que no vieron sus consecuencias. Estos señores primero tienen que ser objeto de sendos procesos por atentar contra su institución y la Seguridad Nacional; este es el mal ejemplo, la causa de los actuales conflictos militares, de traidores a sus propios principios mostrando una triste y paupérrima formación profesional. Podemos tener un gran ejército, fortalecido con armas de tecnología de punta, pero éste no sirve cuando no existe espíritu de cuerpo, moral y valor militar.
Lamentablemente, en todos los procesos políticos, de derecha e izquierda socialista, esta institución ha sido siempre el instrumento circunstancial de los oscuros objetivos e intereses de la clase política, convirtiéndola en la “guardia pretoriana” de sus esquemas de gobierno, instigando y llevando a algunos malos militares al delito de la “traición” y corrupción institucional. Para nosotros este Gobierno es el directo culpable del intento de destrucción de las Fuerzas Armadas, por su inopinada injerencia y avasallamiento en el interior de esta institución, imponiendo símbolos y gritos de “patria o muerte, venceremos” y una serie de maniobras que volvieron esmirriados los sagrados principios de casi dos siglos de vida histórica castrense.
El pueblo no se debe dejar engañar por la actitud victimizada de los suboficiales y sargentos, éstos quieren cambiar por el ejército popular del pueblo y ser los directos conductores de la fuerza socialista. En un país donde se respeta la institucionalidad, los principios ético morales, de conciencia y grandeza de Patria, no debería existir este tipo de manifestación que nos hace un país pobre de espíritu en su naturaleza.
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