José E. Pradel B.
Sobre la labor del historiador, el pensador estadounidense Vernon Louis Parrington, nos recuerda que: “el desenterrar reputaciones sepultadas y revivificar causas muertas es la tarea común del historiador, a cuyos ojos muchos hombres ya olvidados adquieren importancia tan grande como la de algunos para con los cuales la posteridad se ha mostrado más generosa” 1. Uno de esos hombres olvidados que debe ser conmemorado, es el gran Bernardo Monteagudo, que fue un gran patriota americano. Nació en Tucumán, el 20 de agosto de 1789, promotor de la independencia hispanoamericana.
Desde su juventud ejerció el cargo de ‘Defensor de los Pobres’ en lo civil ante la Real Audiencia de Charcas. Participó en 1809 en el movimiento revolucionario de Chuquisaca con el que se inicio la independencia de la región rioplatense y “antes de la Revolución escribió el célebre ‘Dialogo entre Atahualpa y Fernando VII’, que plantea la injusticia del despojo hecho a los Incas por los conquistadores. (Además, J. P.) Algunos autores le atribuyen la autoría de la ‘Proclama de la ciudad de La Plata a los vale-rosos habitantes de La Paz’” 2.
Vinculado a los ‘jacobinos argentinos’ participó en 1812, en la ‘Revolución de Mayo de Buenos Aires’. Además, dirigió la ‘Gaceta de Buenos Aires’, donde escri-bió fuertes críticas a la Revolución, críticas que fueron extremadamente radicales. Fundó también el periódico ‘Mártir o Libre’ donde expuso sus ideas para lo-grar una auténtica libertad e independen-cia.
Consecutivamente, acompañó al general San Martín, libertador de la Argentina en su marcha al otro lado de los Andes libertando Chile y el Perú, en esta última nación fue nombrado Ministro de Guerra y Marina, luego Ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores del libertador San Martín, hasta que se retira y el libertador Simón Bolívar toma el mando de las fuerzas de la libertad que se unen. Dos días antes de la batalla de Ayacucho, dirigida por el Gral. Antonio José de Sucre, de acuerdo con el plan libertador, el “9 de diciembre de 1824 Bolívar convocó al Congreso de Panamá” 3. Monteagudo que es su colaborador, escribe desde una visión americanista en 1825, un Ensayo en el que habla de la necesidad de una reunión como la convocada por el liber-tador, este documento nunca se lo con-cluyó porque el patriota Bernardo Mon-teagudo, fue asesinado en Lima, el 28 de enero de dicho año. En esta oportunidad describiremos y analizaremos el citado Ensayo.
En tal sentido, es posible distinguir en las primeras líneas del texto, una clara reflexión de Monteagudo sobre el proce-so libertario hispanoamericano y su inte-gración. Es decir, que la revolución ame-ricana fue una consecuencia del pensa-miento libertario germinado en el siglo XVIII y que la ‘Federación’ entre los nuevos Estados Hispanoamericanos, debía ser el proceso histórico del siglo XIX. Pero un obstáculo para llegar a ello, fueron los diversos problemas políticos de sus líderes y la distancia de las capitales de los nuevos Estados. Por otro lado, uno de los factores favorables para impulsar la ‘Federación’, fue la apertura de nuevos puertos, que implicaba la ruptura del anti-guo sistema colonial de restricciones para el comercio intercontinental.
En esa época, el Presidente de Colombia, tomó la iniciativa y envió plenipotencia-rios a México, Perú, Chile y Buenos Aires, con la intención de concebir Instrumentos Internacionales, que establecieran una ‘Li-ga General’. Por lo tanto, en Perú, como en México se instituyó el Tratado propues-to. Con ello el Perú, se dirigió a Colombia y México, con la idea de uniformar el tiempo y lugar en que debían reunirse los plenipotenciarios de cada Estado.
Sin embargo, por la delicada situación política, económica y social en que se ha-llaba la América Hispana, Monteagudo esperaba que a mediados de 1825 se reali-zará la ‘Federación de los Estados Hispa-noamericanos’, constituida bajo los auspi-cios de una Asamblea, cuya base sería la consolidación de “los derechos de los pue-blos, y no los de algunas familias que desconocen, con el tiempo, el origen de los suyos” 4.
La independencia, paz y garantías eran para Bernardo Monteagudo, los principa-les intereses que debían discutir los nuevos Estados en una Asamblea. Sobre la inde-pendencia escribió: “es el primer interés del nuevo mundo. Sacudir el yugo de la España, borrar hasta los vestigios de su dominación y no admitir otra alguna, son empresas que exigen y exigirán, por mu-cho tiempo, la acumulación de todos nues-tros recursos, y la uniformidad en el im-pulso que se les dé” 5. Sobre la conforma- ción de un Congreso que garanticé la inde-pendencia, anotó: “tanto más se toca la necesidad de un congreso que sea el depo-sitario de toda la fuerza y voluntad de los confederados: y que pueda emplear am-bas, sin demora, dondequiera que la inde-pendencia esté en peligro” 6. Añadió sobre los Pactos suscritos: “nuestros tratados de 6 de junio de 1822 (Tratado de Unión, Liga y Confederación entre las Repúblicas Colombia y Perú), y 3 de octubre de 1823 (Tratado de Unión, Liga y Confederación entre las Repúblicas de Colombia - Méxi-co), participan del espíritu de la cuádruple alianza de Chaumont y del tratado de París de 30 de mayo de 1814. Ambos contienen el pacto de una alianza ofensiva y defensiva, detallan subsidios y anuncian la determinación de continuar la guerra hasta destruir el poder español, así como los aliados de Chaumont se ligaron para destruir a Napoleón. También abrazan el convenio de celebrar una asamblea hispa-noamericana que nos sirve de consejo en los grandes conflictos, de punto de contac-to en los peligros comunes, de fiel intér-prete de los tratados públicos, y de conci-liador de nuestras diferencias, guardando en todo esto una fuerte analogía con las estipulaciones de la paz del 30 de mayo” 7.
Adicionalmente Monteagudo expuso so-bre la paz: “en el triple sentido que abraza a las naciones que no tengan parte en esta liga, a los confederados por ella, y a las mismas naciones relativamente al equili-brio de sus fuerzas. En los tres casos, sin atribuir a la asamblea ninguna autoridad coercitiva que degradaría su institución, con todo podemos asegurar que al menos en los diez primeros años contados desde el reconocimiento de nuestra independen-cia, la dirección en grande de la política interior y exterior de la confederación de-be estar a cargo de la asamblea de sus plenipotenciarios, para que ni se altere la paz, ni se compre su conservación con sa-crificio de las bases e intereses del sistema americano, aunque en la apariencia se consulten las ventajas peculiares de algu-no de los confederados” 8.
Finalmente, sobre la garantía, escribió: “los grados de respeto, de crédito y de po-der que se acumularán en la asamblea de nuestros plenipotenciarios, formarán una solemne garantía de nuestra independen-cia territorial y de la paz interna” 9.
En síntesis, la Independencia, Paz y Ga-rantías de Hispanoamérica tenían que ser los grandes resultados que debían esperar de una asamblea continental. En ese senti-do a modo de conclusión, el ensayo de Monteagudo, está lleno de optimismo, el cual enfocaba impulsar con uniformidad los recíprocos intereses de los grandes y pequeños Estados del Continente Hispano-americano.
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