Hemos leído varias notas periodísticas en las que sus autores muestran permanente preocupación por el futuro de Bolivia. Uno de ellos, el señor Waldo Silva Alfaro (EL DIARIO 30-IV-20014), afirma que no habrá días mejores si “… los bolivianos continuamos siendo indisciplinados, desordenados… campeones para la corrupción, sin noción exacta sobre de una administración pública de calidad… afectos a la vida fácil… proclives a vivir en eterno carnaval y muchos otros vicios…”, etc. Y finalmente aconseja: “mejorar la calidad de la dirigencia política y el trabajo en la administración pública para controlar el nivel de la corrupción”.
Todas esas acertadas observaciones del señor Silva ya han sido una y mil veces tratadas por escritores y periodistas nuestros desde hace más de cien años, entre ellos Franz Tamayo, Alcides Arguedas y Fernando Díez de Medina entre muchos otros. Y pese a ello, año tras año todos esos males se acrecientan más y más en nuestra sociedad. Entonces, surge la pregunta obligada: ¿qué hacer?
FUTURO INCIERTO
¿Mejorar la dirigencia política? Con pocas excepciones, los que se dedican a esa lucrativa actividad no son precisamente los más destacados y honestos ciudadanos. Abundan los teóricos sin conocimientos básicos de historia nacional y universal, que se basan en doctrinas que fracasaron hace varios años en otros países; y no faltan los ilusos que desean volver a las épocas del incario quechua (¡!).
¿Mejorar el trabajo en la administración pública y controlar la corrupción administrativa? ¡Vaya, vaya! La corrupción está en todo sitio; tanto que los funcionarios más honestos también se corrompen en ese mar fétido, porque ahora la honradez es considerada como sinónimo de ingenuidad y hasta tontería. Y si alguien duda, que investigue las “movidas económicas” en oficinas del Estado y especialmente en muchos municipios provinciales donde las “coimisiones” por cualquier trabajo sencillo son algo “súper normal” y ni qué decir de la inoperancia en esas oficinas donde pululan solamente los allegados políticos.
EL “ETERNO CARNAVAL”
¿Reducir o suprimir el “eterno carnaval”? Difícil, muy difícil. Día a día aumentan las “entradas” folclóricas y un informe oficial dio cuenta de 860 de estas actividades sólo en un año en el departamento de La Paz (¡casi tres jolgorios por día!).
Y por añadidura, a la “entrada” del Gran Poder se sumaron otras como la de la UMSA y de las universidades privadas. Dentro de poco podrían aparecer otras como las de colegios estatales y particulares, porque ahora los maestros de primaria y secundaria obligan (SÍ) a los pequeños y adolescentes a bailar para “incentivar (?) nuestra cultura”, sin darse cuenta que de esa manera están preparando las “divisiones inferiores” de futuros bailadores y… farreadores callejeros.
Con referencia a la opinión en sentido de que “…en esta parte del mundo existen dos temas infinitos: la estupidez de muchos bolivianos y la permanente ambición chilena…” es preferible evitar mayores comentarios.
PESIMISMO Y OPTIMISMO
No es bueno ser pesimista. La psicología aconseja el optimismo y esperar siempre lo mejor. Pero, por todo lo que vemos y oímos diariamente en nuestra sociedad, los mejores deseos se desvanecen.
Y porque la esperanza es siempre lo último que tiene cada persona, nos aferraremos a ella rezando y orando todos los días ante el Creador del Universo para ver días mejores en nuestra Patria.
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