El Tribunal Electoral ha convocado a elecciones generales para octubre del presente año, acto fundamental de la democracia, en cuanto la fundamenta, pues le pone el primer escalón al edificio de ese sistema político. Por eso, el TSEP tiene la responsabilidad de velar por la pureza del voto ciudadano y de mantenerlo tal cual ha sido emitido por el elector; esa es su función: cuidar el voto de cualquier manoseo, para que la voluntad mayoritaria sea fielmente respetada. ¿Podrá cumplir esa función en un Estado en el que las autoridades han declarado que quieren tener (y conservar) en sus manos la suma de poderes? ¿Se permitirá que los partidos y la prensa ejerzan control en boca de urna en día de los comicios?
Como se ha ofrecido, ¿cuándo se hará el control del sistema electrónico del TSEP, en presencia de ingenieros especialistas designados por las organizaciones que participen en los comicios? Si hay observaciones sobre su funcionamiento, ¿ese tribunal está dispuesto a subsanarlos? La presidenta de ese órgano ha declarado que el TSEP es independiente, tenemos que creerle; pero, sobre todo, esa independencia se ha de conocer por los frutos que nos presente al final de su actuación.
¿Qué es elegir? Escoger la mejor opción electoral, el mejor programa de gobierno para el país, y los candidatos más aptos para ponerlo en práctica. Por eso toda elección supone que el voto sea libre, voluntario, y que el elector esté perfectamente informado sobre los fines y medios que se han de poner en práctica para realizar determinado programa. Voto libre supone que no haya coacción, que no se ejerza violencia sobre la persona que ejerce su derecho de elegir; eso significa que no haya control directo o indirecto del voto, como la llamada “carretilla” en anteriores comicios, u otra trampa por el estilo, que limite la libertad de la persona, violando su dignidad. Ese control sobre el voto ciudadano es un antiguo vicio de nuestra democracia, que es necesario vencer con la ayuda de todos para tener una democracia verdadera, en la cual cada persona emita su criterio en el voto, y la suma de sufragios sea la voluntad soberana que conduzca al país en nombre de la mayoría.
Vencer el vicio del control del voto se lo debe hacer ahora, en tiempos del cambio, sobre todo cuando se ha puesto en la CPE la norma ética del no mentir, no robar y no ser flojo; y todos sabemos que controlar el voto para ganar una elección es una forma de mentira, porque con eso se engaña a la gente robándole su opinión acerca de quién debe gobernar, o sea es una doble contravención a la norma ética escrita en nuestra Carta Magna, en nombre de los pueblos originarios y su cultura.
El voto debe ser voluntario, y para ello el elector tiene que estar bien informado para formarse un criterio certero acerca de cuáles son las mejores propuestas presentadas, y quiénes son los mejores candidatos para realizarlas. Eso significa que los grupos que deseen gobernarnos tienen que difundir sus ideas, propuestas, críticas a malas acciones realizadas anteriormente, etc., de manera que las conozca la mayoría de la población; y esa difusión tiene que hacerse en igualdad de oportunidades; pero en este momento el Gobierno tiene ventaja sobre sus contendores, sobre todo porque desde hace tiempo casi todos los ministerios han contratado espacios publicitarios en los medios de comunicación, en los cuales se exalta la figura de determinado candidato, mientras la oposición no ha tenido esa oportunidad, ni se sabe quién o quiénes han de terciar en los comicios en su representación. El Tribunal Electoral ha limitado a menos de un mes el tiempo que se puede hacer campaña publicitaria, con eso le da una ventaja a determinado grupo.
La convocatoria a elecciones generales está en la calle. Dios ilumine a candidatos, autoridades de todo tipo, especialmente a las del Tribunal Electoral, para que en ese plebiscito el país sea el único ganador.
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