Bárbara Sánchez Labajo
Nauseas, vómitos, diarrea, estreñimiento, debilidad, cansancio y mareos son, entre otras, las consecuencias de la quimioterapia. Las personas afectadas dejan su trabajo, sus estudios y su vida mientras lo sufren. Se aíslan en su enfermedad y dejan de disfrutar de aquello que les gustaba.
Para evitar que el cáncer paralice la trayectoria de los jóvenes, la Universidad de Barcelona ha puesto en marcha un proyecto llamado Studia con el fin de que los universitarios puedan seguir con su carrera. Muchos de los enfermos se recuperan, salen adelante y pueden continuar con sus estudios. Algunos han logrado graduarse cuando les quedaba uno o dos cursos.
En España este programa ya ha ayudado a más de 30 estudiantes de distintas especialidades a través de grupos de colaboradores que los motivan y ponen a su alcance la opción de continuar. La mayoría de destinatarios es de alumnos de la Universidad de Barcelona, pero se está extendiendo a otras universidades de Cataluña. Casi todos ellos son aplicados y responsables, pero encuentran muchas dificultades para seguir adelante. Además de casos de cáncer también trabajan con otras enfermedades de larga duración. Francesc Casas, oncólogo y radioterapeuta, dice que “el beneficio es la normalidad”. Es esencial que no se sientan enfermos, y al sentir que tienen futuro tienen más esperanza. “Los tratamientos son duros y están apartados de la vida normal. También les ayuda ver que otros compañeros les ayudan” añade. Es una forma de demostrar que el cáncer no acaba con todo, que hay formas positivas de afrontarlo.
Es un enlace entre la universidad y el estudiante, que consiste en hacer los trámites necesarios, llevar los apuntes y ajustar los exámenes a la situación de cada persona. Incorpora varios tipos de actividades y aporta apoyo intelectual. Se intentan incluir seminarios, clases de esfuerzo, tutorías, supervisión ante cualquier prueba de evaluación. Pretende asegurar la continuidad del proceso formativo para que la enfermedad no les haga romper con sus carreras. A cambio, los colaboradores fijos reciben una pequeña beca de la Universidad de Barcelona y están acompañados de otros voluntarios.
Lola Josa, precursora y codirectora de Studia, cuenta que “cada curso académico que acaba es como vivir y duplicar la propia vida, porque todo un equipo de personas consigue que no queden frustradas las expectativas de gente muy joven a la que le toca vivir, como fuera de tiempo, una situación existencial límite”. Tras tres años de experiencia dice que ayudar a los otros es lo más grande que se puede hacer.
La autora es periodista.
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