Abogados de carrera contra abogados hechos a la carrera

Muchos abogados que en forma permanente luchamos por el derecho y la justicia que origine una convivencia humana nos encontramos preocupados al escuchar en forma recurrente peyorativos comentarios en diferentes sectores de nuestra sociedad en referencia al trabajo que realizamos en la profesión libre o como funcionarios del Poder Judicial especialmente. Lo triste e indignante es que se quiere meter y mezclar en una sola bolsa a los abogados honestos con los corruptos, a los talentosos con los mediocres y a los idóneos con los incompetentes o improvisados, existiendo, aunque muchos no lo quieran, ABOGADOS DE CARRERA y otros abogados hechos a la carrera.

La dolorosa y reprochable imagen actual del Ministerio Publico y el Poder Judicial en general seguramente influyen poderosamente en la opinión de la gente para expresar adjetivos contra la noble profesión de la abogacía, olvidando que también existen profesionales abogados con reconocida probidad y ética, haciendo honor con su trabajo particular, defendiendo sus causas con decencia y lealtad para con sus clientes.

Los nuevos abogados están obligados a educarse y capacitarse con mayor esmero y responsabilidad, debiendo ser más ingeniosos, innovadores y talentosos, para que no sean arrojados al basurero de la historia, porque en esta nueva sociedad con absoluta seguridad no tiene que haber cabida para los mediocres ni corruptos de la profesión. El nuevo profesional abogado precisa renovarse y actualizarse permanentemente, ya que el estancamiento origina atraso y decadencia.

Las universidades en general deben acabar con la irracional fabricación de abogados con un sistema formativo simplista y además limitado, muy lejos de procurar generar una nueva pléyade de abogados con sabiduría, honestidad y de profundo profesionalismo al servicio de la sociedad. En sus aulas tienen que tener maestros idóneos, exigentemente seleccionados, ya que ser maestro de Derecho significa ser guía y una luz para los alumnos, además de que enseñar constituye una fortuna que tenemos pocos impartiendo la ciencia jurídica en un contacto diario con la hermosa juventud que busca titularse para defender a la sociedad y nunca para atemorizarla.

Los catedráticos de Derecho y Ciencias Políticas jamás deben improvisar ni imponer sus ideas. Al verdadero maestro del Derecho se lo respeta por lo que hace, por lo que piensa y por lo que dice.

Para forjar nuevos ideales renovadores en el seno de la educación superior y lograr que los futuros abogados sean de nivel, es imprescindible que las facultades de Derecho cambien su estancamiento y brinden mejores condiciones de capacitación a sus alumnos, logrando la ansiada calidad ética del nuevo abogado, que se reflejará posteriormente en un Poder Judicial capacitado, eficiente y ajeno a las tentaciones de corrupción que han enlodado la indiscutible categoría de sentirse abogado, juez o magistrado.

Por su parte los nuevos abogados no deben confundir arrojo con imprudencia, vehemencia con prepotencia o arrogancia, valentía con estupidez ni mejora económica con enriquecimiento ilícito.

Llego la hora de que todos luchemos contra el mal uso de la abogacía, contra los corruptos de esta noble profesión y es tiempo de lograr nuevos abogados con rectitud, conciencia, ética y conocimientos profundos del Derecho y de esta manera acallaremos a todos aquellos detractores que injurian diariamente nuestro trabajo. Preparemos abogados de carrera y ya no abogados hechos a la carrera.

El autor es abogado, politólogo y docente universitario.