La noticia de perfil
Mi pariente espiritual no sólo me colabora en la redacción de mis crónicas y en la solución de mis apuros financieros que cada día son más frecuentes, sino en el tratamiento de mis males físicos inherentes a mi vejez prematura y que se multiplican cada día.
Esta prestigiosa mujer sabe bastante de esto que llamamos “medicina tradicional”, que es la ciencia de nuestros kallawayas aliviando mis dolencias, lo cual obligó a la cholita cochabambina a decirme “ya parece usted un adolescente, compadrituy, porque adolece de todo...”.
Fue en medio de estas sesiones curativas que mi comadre Macacha me dio a conocer la extraordinaria noticia de que nuestro presidente vitalicio Evo Morales había acordado con Raúl Castro (hermano del presidente vitalicio de Cuba Fidel Castro) la realización de un pacto industrial entre Cuba y Bolivia destinado a fabricar productos farmacéuticos para uso y consumo de ambos pueblos.
Con buen juicio, la cholita de Quillacollo me manifestó que este pacto trascendental había sido suscrito entre ambos mandatarios vitalicios, sin autorización congresal ni la intervención de los respectivos ministros de Salud, lo cual nos demuestra que donde manda capitán no chista ningún enfermero, ni tampoco los ciudadanos enfermos de ambos países, que somos muchos.
Junto a mi lecho del dolor (que así se llama ahora mi lecho conyugal), mi curandera me contó que nuestro alegre presidente vitalicio Evo había declarado que ya era hora de que Bolivia y Cuba fabriquen sus propios medicamentos en vez de importarlos desde Alemania, Estados Unidos, o Francia, o Chile, palabras sabias que fueron aplaudidas por todos los enfermos, menos por este periodista ahora enfermito, pero bien atendido por su comadre cochabambina, nacida en Quillacollo.
Ella se encuentra feliz de que Bolivia, ayudada por una potencia industrial y científica como Cuba, fabrique medicinas que curarán nuestras enfermedades y dolencias, revelándome la cochabambina que en varias provincias de su Departamento hay legiones de sabios curanderos que saben tanto o más que los célebres kallawayas que viven en el Norte de La Paz y Chuma.
Como yo exageraba mis quejidos ante mi curandera, ella incrementó sus frotaditas de mis “ttusus” (léase pantorrillas) y me pidió que no me quejara tanto porque los vecinos de mi casa podrían llamarme “quejudo”, palabra que no me gustó porque termina en “udo”.
Para concluir nuestra charla acerca de la feliz noticia de esta alianza científica e industrial con la Cuba de los Castro, la inteligente cochabambina me preguntó qué estarían haciendo en los últimos cien años los esforzados industriales de Laboratorios Inti, de Laboratorios Vita, de Laboratorios Alfa y otros muchos en el país para que ahora se aparezca un Evo Morales en La Habana y decida con sus amigos Castro hacer una industria farmacéutica para curar a los enfermos de Cuba y Bolivia.
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