En nuestro espacio casi siempre mezquino, pobre y estéril, surgen como estrellas rutilantes que nos embelesan con notas, formas y colores de belleza sublime, nacidos espontáneamente, como las flores del campo, al toque de circunstancias providenciales, donde no siempre esperamos encontrarlos.
Así apareció una flor exótica en el altiplano, junto al lago azul, que nos encanta con su sencillez y belleza candorosa e ingenua, provocándonos con su obra pictórica emociones que estremecen nuestra sensibilidad en lienzos de plástica admirable.
Ella es Rosmery Mamani Ventura, que ha sorprendido primero en el extranjero, en Francia, donde se le ha reconocido como una pintora pastelista de primer nivel, acogiéndola en sus festivales que congrega a artistas de todo el mundo. Allí se destaca nuestra compatriota. Pero tal vez si la artista no tomaba una decisión de audacia, no hubiera logrado ser reconocida y seguiría en nuestro medio desapercibida, sin alcanzar la fama merecida que hoy ostenta. Como ella contó en la entrevista del interesante programa televisivo Magia de Bolivia, que conduce don Mariano Baptista Gumucio, su lanzamiento fue resultado de su decisión de proyectar al mundo su valor artístico, al que también contribuyó el aliciente de un maestro que supo con su dirección y enseñanza modelar su inspiración artística.
El artista espera el minuto mágico que despierte su talento dormido; cuántos hay en la aridez de nuestro entorno que por falta de oportunidad, de un impulso dado en el preciso momento, pierden vocaciones, muchas veces definitivamente. Bolivia es un país de artistas, sean músicos, pintores, escultores, en fin, en tantas formas de expresión del arte, pero no se los descubre o desaparecen por ausencia de un medio que ayude, del impulso oportuno, del soplo que dé vida a las ansias de crear belleza. ¡Cuánto desperdicio!
El Estado debería ser el medio y la fuente de promoción y formación de nuestros artistas, pero es de lo que menos se ocupa. Los políticos tienen perspectivas más prosaicas y de utilitarismo egoísta, que de educar y formar a los jóvenes, en este caso de formar artistas; si no se dieran iniciativas privadas, Bolivia sería un páramo en cuanto al descubrimiento de talentos. Por eso cuánto hay que elogiar programas de tanto alcance como “Bolivia clásica”, que alientan los hermanos Ana María Vera y Armando Vera, el proyecto “Giselle” de Norma Quintana, la Fundación Orquesta Sinfónica Nacional, el Museo de Arte Moderno Plaza y otros, que merecen todo reconocimiento.
Pero Rosmery Mamani nos da otro legado profundo e importante. Cuando el entrevistador le preguntó ¿cuál sería el mensaje que daría a los jóvenes bolivianos?, ella respondió sin titubear: “QUE SUEÑEN, porque sólo soñando se puede alcanzar las metas que uno quiere lograr en la vida”. En dos palabras diseñó una filosofía de vida; pues, en efecto, sólo soñando se puede lograr las aspiraciones que tenemos, los logros que queremos alcanzar, la importancia que queremos dar a nuestra vida. La juventud no debe dejar de soñar y todos soñamos con lo bueno, con objetivos loables, con alcanzar metas elevadas; porque nadie sueña con hacer el mal, con ser un delincuente, conductas a las que se llega por las circunstancias adversas y por conductores desafortunados, por la desilusión de las cosas buenas que se hubiera querido conseguir en la vida, por tantas frustraciones que sólo una formación con ideales y valores puede superar y sobreponerse.
El que esto escribe aun en la edad madura no termina de soñar y es la mejor actitud que nos alienta para seguir construyendo, si ya no es para ser artista, para disfrutar de la magia y belleza del arte.
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