La aparición del Socialismo del Siglo XXI (SS XXI), nada menos que en la Patria del Libertador Simón Bolívar, fue una cruel ironía de la historia. El prócer liberó el continente del tirano Fernando VII, y el SS XXI lo vuelve a subyugar con tiranos criollos.
Tomar la imagen del Libertador, como símbolo del régimen chavista, es mucha impostura. Molesta verlos arropados en tan insigne figura, él representa la libertad, y ellos la vuelta de la opresión.
Bolívar expresó en el célebre Discurso de Angostura: “Nada es tan peligroso como dejar permanecer largo tiempo en un mismo ciudadano el poder. El pueblo se acostumbra a obedecerle y él se acostumbra a mandarlo”.
Contrariamente, uno de los pilares del SS XXI es la reelección perpetua, como lo hemos visto en los países que siguen esta corriente. A Hugo Chávez sólo la muerte lo pudo sacar del gobierno.
La aparición del populismo SS XXI significó un fuerte retroceso para la democracia latinoamericana. Una región empeñada en reconstruirla, después de la historia negra del Plan Cóndor. La OEA, luego de arduo trabajo, logró aprobar la Carta Democrática Interamericana en 2001. Este documento define con claridad la verdadera democracia. La Carta era el faro que los políticos de la región venían soñando.
La historia del SS XXI comienza con el golpe de estado de Chávez, contra un gobierno democrático en 1992, mostrando tempranamente su talante antidemocrático. Posteriormente, en 1999, llega al poder amparado en el voto popular. Desde ese momento comienza a desarrollarse el chavismo venezolano SS XXI, que da origen luego a la Alianza Bolivariana ALBA, con fuerte apoyo de los petrodólares del caudillo.
Bajo este régimen los venezolanos tuvieron que soportar: la falta de respeto a la democracia y a la institucionalidad republicana, los discursos agresivos, el control de medios de comunicación, el desprecio por lo ilustrado, la ineptitud en el manejo de la administración pública, el prebendalismo, la corrupción y un vergonzoso sometimiento a Cuba.
Lo que comenzó mal, con el golpe de Chávez, y siguió peor; con la receta populista, no podía terminar bien. Venezuela es hoy un país paralizado por más de dos meses, con guarimba y sin democracia. Un país con 41 asesinados, 650 heridos, miles de presos políticos y exiliados. Un aparato productivo y comercial destruido. Un altísimo nivel de inseguridad ciudadana e inflación. Un país que llega al extremo de carecer de medicamentos y papel higiénico. Y para acabarla de amolar, con el vampiro cubano prendido en la yugular.
Lo que vemos en Venezuela es el resultado lógico de 15 años de populismo, en fase terminal. Los países del ALBA pueden ir preparando su ocaso. Un día no muy lejano, serán un mal recurso para el continente, los recordaremos como la versión izquierdista del Plan Cóndor.
Un apunte final, reprochable la complicidad de la izquierda democrática con el SS XXI, debieron desmarcarse de tan retrogrado sistema político. Indignante la complicidad de Insulza y la OEA.
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