El subdesarrollo es efecto de la pobreza y, mientras no se combata a ésta, será imposible salir de ella y alcanzar índices de progreso; pero la pobreza podría ser paliada siempre y cuando se cuente con fuentes de riqueza que generen empleo. Mientras haya desocupados en todas las ramas del saber o quienes tienen capacidad empírica y habilidades para el empleo que no obedezca a una profesión, siempre existirá la posibilidad de incrementar la pobreza.
Cuando se trata de empleo no es simplemente para el logro de un sueldo o salario digno, sino que permita al que percibe atender sus necesidades y de su familia, educar debidamente a sus hijos, proporcionarles distracciones y juegos, hacer que abarquen muchos rubros de la cultura y aprendan a utilizar debidamente sus conocimientos y habilidades para alcanzar mejores condiciones de vida. El empleo no sólo debe satisfacer las más apremiantes urgencias de un hogar; éste, si se ve continuamente limitado, sin posibilidades de remediar cuantitativa y cualitativamente las necesidades de la familia, siempre dará lugar a descontentos y frustraciones; pero, sucede lo contrario si hay posibilidades de progreso, de mejorar la vida y educación de la familia y ampliar los horizontes con miras a un futuro sano y bien conformado por los dones espirituales que implican el amor, la caridad, el respeto, la consideración, la honestidad y responsabilidad.
La pobreza genera subdesarrollo y este es el problema de nuestro país. Para combatirlo habrá que estudiar medios y modos, con la finalidad de erradicarlo, y muchos de ellos están en manos de las autoridades que deben cumplir debida, honesta y responsablemente sus deberes sirviendo al país y no hacerlo, como muchas veces ocurre, sirviéndose de él. Es preciso crear fuentes de riqueza, ampliar las existentes y darles fortaleza institucional con las garantías y medios legales precisos. Anunciar sólo mejoras en la economía, sin que ello se traduzca en hechos, será simple populismo y demagogia.
Nuestro país cuenta con muchas riquezas que deben ser explotadas, pero precisa de los apoyos justos y necesarios de las leyes que garanticen las inversiones y el trabajo, el crecimiento y progreso de las empresas. Requiere que se entienda, exactamente, los alcances beneficiosos del sindicalismo, que no debe ser, en modo alguno, enemigo de lo empresarial o del capitalismo, sino que contribuya a agrandar sus posibilidades y beneficios para que alcancen a la comunidad de trabajadores y sus familias; que esas empresas, al mejorar sus instalaciones mejoren las condiciones de vida de sus colaboradores y, además, amplíen las posibilidades de dar trabajo a mucha gente.
Solamente cuando empresarios y sindicatos compatibilicen posiciones e intenciones para mejorar y no para destruir o fracasar, será posible un crecimiento que amplíe todas las posibilidades para derrotar a la pobreza y al subdesarrollo, y los gobiernos, si quieren, pueden alcanzar esos objetivos.
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