[Armando Mariaca]

En política no basta el poder, importa la conciencia de país


Cada proceso de elecciones, desde sus anuncios originales, se presenta a los bolivianos con la interrogante: ¿los partidos políticos, sus jefes y militantes, habrán adquirido algo de conciencia de país? Las respuestas son generalmente negativas porque en cada proceso se presentan los mismos problemas que se refieren a que la política partidista busca el poder sólo por el poder. La prueba está en que la división es norma en los políticos porque cada uno se siente único, privilegiado, escogido por los “dioses” para alcanzar el gobierno y cada uno espera de los demás actitudes de renunciamiento que ellos no tienen.

¿Cuándo se entenderá que la política partidista debe ser una vocación y un arte de servicio al bien común? ¿Cuándo se comprenderá que el ejercicio de la política no debe ser el medio para el propio enriquecimiento o para que “el partido” adquiera las condiciones de ser único, más grande, perfecto y el que aglutina a mayor cantidad de personas? ¿Cuándo se tomará conciencia sobre la urgencia de estudiar los problemas nacionales y buscarles remedios en forma conjunta entre todas las fuerzas en pugna electoral?

Todo muestra que los problemas nacionales, todo aquello que es preciso resolver previa atención honesta y responsable es de competencia de todas las fuerzas políticas y que nadie debe restarle energías a ese propósito; pero, lo que debe entenderse es que cuando se trata de los asuntos del Estado, lo que haya que hacer no debe estar sólo a cargo del gobierno sino que todos deben coadyuvar a buscar lo que conviene al país. Creer que los remedios encontrados o analizados por cada partido en forma interna, se los podrá aplicar sólo en el ejercicio del gobierno, es una falsa premisa, es criterio totalmente equivocado porque ninguna fuerza, por mayoría que lograse en el proceso electoral, es dueña de los objetivos nacionales y tampoco puede contar con la absoluta seguridad de ser gobierno.

Nadie duda que el ejercicio de la política partidista es parte fundamental de la democracia, es el medio para ejercer el derecho de buscar el voto popular, es el sistema para lograr adherentes que contribuyan al engrandecimiento y fortalecimiento partidario; pero, en todo caso, si esa acción político-partidista no está acompañada de una conciencia de país, no tendría razón de ser; sería solamente un medio para satisfacer intereses personales o de grupo, y, nada raro, un medio seguro para enriquecimientos ilegales a costa del patrimonio nacional.

Hasta ahora, a cinco meses de las elecciones, la colectividad no ha visto ninguna acción positiva de los grupos partidistas; al contrario, se ve actitudes chauvinistas, demagógicas y populistas que no les arriendan ganancia alguna. Los modos y medios que utilizan para conquistar adeptos o, en casos, para renovar militancia o reconquistar a la que militaba antiguamente, son débiles, nada propositivos, incoherentes y llenos de fantasías. Los políticos de todas las tendencias, sean de izquierda radical, izquierda moderada, centro o derecha, están como modelados o cortados por una misma tijera, son grupos inconsistentes, los unos porque están en disfrute pleno del poder y, los otros, con seguridades fuera de lugar cuando saben que pueden ser perdedores especialmente debido a la desunión e incoherencia de sus propias conversaciones o tratativas para conformar un frente único que, está visto, llegará al fracaso tan sólo porque cada grupo está velando por su partido y sus intereses; por supuesto, no están ausentes los complejos de superioridad que los auto-colocan en una cima inalcanzable para el entendimiento popular que se pregunta: ¿Qué hacen? ¿Para qué hablan de unidad de propósitos cuando están totalmente divididos? ¿Creen que alcanzar el poder implica hacerlo sin principios ni programas reales y honestos que den confianza a la colectividad?

Como se desarrollan las pre-campañas, crecen las dudas y desconfianza de la ciudadanía que acudirá a las urnas. Por supuesto, el sentir de quienes no votarán por diversas causas y que no conforman el Padrón Electoral, es más notorio, ve con más desconfianza a los políticos del régimen y de la oposición.

Los partidos políticos deben convenir en que los resultados de la votación no provienen de la voluntad de “toda la colectividad nacional” como falsamente se sostiene, especialmente por parte de los ganadores. El Padrón Electoral lo conforma tan sólo un 30% o 35% de esa colectividad; los demás, por diversas razones, no son parte del Padrón; consecuentemente, no se puede hablar de “mayoría de la población nacional”.

En todo caso, es necesario convenir en la urgencia de que la política partidista debe tener conciencia de país y vocación de servicio; de otro modo, lo demás es práctica de demagogia y populismo que no beneficia ni al Estado ni al gobierno.

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