La basura electrónica, integrada en buena parte por aparatos inservibles, constituye un problema, pero aún más problemático resulta cuando el dispositivo inservible es de tipo médico y está dentro del cuerpo, ya que hay que retirarlo para impedir que acabe provocando daños. Si el dispositivo en cuestión se pudiera disolver de manera inofensiva dentro del cuerpo, se evitarían muchos problemas y también intervenciones quirúrgicas. Hacia este objetivo trabajan unos científicos de la Universidad Estatal de Iowa, en Estados Unidos.
Esta nueva clase de electrónica, en desarrollo por el equipo de Reza Montazami, profesor de ingeniería mecánica en la citada universidad, se basa en una gama de polímeros especiales, que conducen la electricidad, pero que también están diseñados para deshacerse rápida y completamente cuando se activa dicha función de autodestrucción.
Las aplicaciones potenciales son muchas. Las más evidentes son, como hemos adelantado, los dispositivos médicos que se implantan dentro del cuerpo. Cuando uno de esos dispositivos ha hecho su trabajo y ya no es útil, se podría deshacer inofensivamente dentro del cuerpo de la persona.
Otro campo de aplicaciones estaría en el ámbito militar, y más concretamente en las operaciones de los servicios de inteligencia. Un dispositivo hecho con esta tecnología podría obtener y enviar sus datos, y luego disolverse, sin dejar rastros sobre la misión de inteligencia que ha llevado a cabo.
En el campo de la seguridad bancaria, una aplicación podría ser que cuando una persona pierde su tarjeta de crédito, pueda enviarle a ésta una señal que haga que la tarjeta se autodestruya.
El terreno de la monitorización medioambiental también se beneficiaría. Está bien esparcir sensores en el entorno natural para hacer un seguimiento detallado de las condiciones reinantes en un ecosistema, pero paradójicamente esos dispositivos pueden acabar convirtiéndose en fuentes de contaminación para el entorno al que se ha pretendido que ayudasen. En cambio, si los sensores una vez llegados al final de su vida útil, se disuelven de manera inofensiva ante el agua, por ejemplo la de la primera lluvia tras la activación del proceso de autodestrucción, no causarán ninguna contaminación al ecosistema que han estado vigilando.
Lograr que resistencias, condensadores y demás componentes electrónicos se disuelvan de manera tal que no queden rastros de ellos, no es un reto fácil, pero Montazami está convencido de que el objetivo se puede alcanzar de una manera que dé lugar a un sistema práctico de usar. Con esto en mente, trabaja, junto con sus colaboradores, en el desarrollo de los materiales necesarios.
Estos investigadores han desarrollado y probado resistencias y condensadores con esa capacidad de disolverse. También han construido y probado una antena degradable capaz de transmitir datos. Ahora están trabajando en transistores y LEDs con la misma cualidad.
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