La mayoría de los países del Tercer Mundo -y mucho más los que pertenecen a un Cuarto Mundo- soporta, desde hace muchas décadas, el peso de la deuda externa y ello es causa de subdesarrollo e incremento de la pobreza.
Muchas veces, en la historia de nuestro país, se ha sostenido la necesidad de evitar excesivos endeudamientos o cuando se los contraiga, que sea para proyectos rentables y de continuidad, como es el caso de obras de infraestructura, industrialización, mejoramiento y aumento de la producción, construcción de hospitales y locales para educación, mejora de los sistemas de salud y de educación; pero lo lamentable es que casi siempre, y con mayor incidencia en los últimos ocho años, se ha endeudado al país con montos millonarios hasta el extremo de haber ingresado en el campo de los bonos soberanos, tan sólo para inversiones nada rentables ni prácticas, para gastar ostentosamente y poco o nada se hizo para obras que efectivamente permitan la esperanza de vencer a la pobreza.
Actualmente, según datos del Banco Central, y hasta marzo del presente año la deuda alcanzó la cifra de 5.277 millones de dólares. Este monto es preocupante si se tiene en cuenta, además, que nuestra deuda interna alcanza más o menos la misma cifra. Esto querría decir que, de una u otra manera, el total de las reservas internacionales se podría parangonar con lo que debemos y, en realidad, se muestra situaciones ficticias sobre esas reservas que, para ser efectivamente una realidad incuestionable, no tendrían que tener el lastre de deudas internas que, de todos modos, se tendrá que cubrir.
Lo adeudado implicaría que cada boliviano carga sobre sus espaldas y responsabilidad el monto de 526,3 dólares que deberán ser solventados de todas maneras. Este monto, con la vocación por el endeudamiento vano que tiene el régimen, nada raro será que suba desproporcionadamente hasta fines de la presente gestión.
Cargar al pueblo con el peso de una deuda externa significa, de alguna manera, endosarle los yerros de los regímenes que han gobernado al país hasta nuestros días. Esos yerros pesarán gravemente sobre cada persona en nuestro país y la responsabilidad es de quienes las han contraído tan festinatoriamente. Lo grave radica, además, en que parte de esas deudas corresponde a préstamos logrados en el campo comercial y no en entidades internacionales como son el Banco Mundial, la Corporación Andina de Fomento, el Fondo Monetario Internacional y otros que otorgan préstamos con bajos intereses, a plazos largos y con períodos de gracia para cancelarlos de tal modo que la cobertura de esas deudas sea cómoda y deje espacios para invertir en el desarrollo y progreso del país.
Es, pues, grave la responsabilidad de quienes endeudan, casi discrecionalmente a un país que se debate en el subdesarrollo y la pobreza.
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