En el preámbulo de la CPE se hace referencia a una cosmovisión indígena/campesina, cuyo objeto es “dejar en el pasado lo colonial, republicano y neoliberal”. Con el poder originario de la Pachamama y Dios (¿?) “refundamos” Bolivia. En una percepción “confusa” 1) se presenta una historia (H) y política (P), estanco que contrapone al marxismo, al cual dice inscribirse el MAS. De hecho, es la génesis de la anomia en la que está “preso” el Gobierno, pues “borra” de un plumazo la H y con ella la lucha de clases para sustituirla por “identidades culturales”. Marx y Engels aseguran que la H es el vínculo dialéctico del Estado político con la economía, entonces, “retacear” la H es “antimarxismo”, es no comprender la dialéctica de las condiciones materiales -coloniales republicanas y neoliberales más vigentes ahora- que “negaron” el vivir bien a los bolivianos.
El Poder oficial no se percata -todavía- de la explicación marxista de la relación hombre-naturaleza-hombre, cuya básica mediación se da en el trabajo -en vez de eso se privilegia la identidad cultural-, “maquillando la H y P con lo étnico. “Despedazar” la H con una filología de conveniencia es atípico. Incluso Raquel Gutiérrez (ex pareja de Álvaro García Linera) connota que en Bolivia se está segmentando el tema campesino (material), con el indígena (cultural), “negando” la lucha del indígena/empresario con el indígena/obrero; “hermanándolos” a través de una -ideología- “identidad” difícil de entender. Esto desvirtúa las concienciaciones, alienaciones y alineamientos, base de la lucha de clases, ¿prueba de ello?, muchos indianistas sin rubor juran lealtad al jefazo y luego lo traicionan.
Ahora que las campañas electorales resuenan con más fuerza, es una oportunidad para comprender/explicar la incidencia de la historia transmutada en un colonialismo interno que traduce -con más énfasis- consecuencias producto de una desigual relación económica que conlleva una -también- desigual distribución de la riqueza -excepto en la publipropaganda oficial-. La prebenda, el clientelismo, el nepotismo, la corrupción profana “adormecen” el cambio. Por ello, el Poder a más de ocho años no advierte la precaria situación laboral de los bolivianos -de la identidad que sea-, exime la contradicción “explotador”-“explotado”, y, sanciona “leyes”, (pero) sin reglamentos. Es más, los “herederos” del Poder en su habitus colonial fuerzan un “borrón” de la H y P para generar/tonificar “nuevas” condiciones para los intereses de casta.
Se inventa un “sujeto revolucionario” (originario/campesino), cuyo sustrato es, dicen, su “dignidad/moral”. Esto no es nada más que filosofía hegeliana que reduce lo real a subjetivaciones del Espíritu, que al estilo de Bruno Bauer retacea la historia. Es decir, se “elimina” la conciencia de clase (económica) para sustituirla por una “identidad (cultural), por ello el neoliberalismo -pese a la abrogación del Art. 55 (libre contratación laboral) del DS 21.060- está más campante que con Goni. François Houart dice: “con Evo hay avances -pero- posneoliberales. La “miopía” oficial conlleva alienaciones. El alienado pierde la unidad de su ser real, cree que su conciencia está separada del “mundo profano”, cree que los hombres son iguales con la naturaleza y los animales; por ello “confunde” derechos humanos y los de la madre tierra, cuando éstos últimos están subsumidos en los de él. Lo colonial interno induce a comprender la H y P “patas arriba”, por ello un mestizo (económico) indígena (cultural) se jacta de una conciencia “pura” por encima del ser natural, y cree que es el dueño del Poder.
El autor es Director del Centro de Investigación, Servicios Educativos y de Comunicación (CISEC).
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