Celebración se convirtió en duda

El año 2014, supuestamente un año de celebración para Brasil, se ha convertido en un año de duda y de profunda búsqueda. Situándose en la cima de una serie de fracasos, el anuncio del vicepresidente del Comité Olímpico Internacional de que los preparativos de Río de Janeiro como sede de los Juegos Olímpicos de 2016 han sido “los peores que he visto”, se ha agregado a las crecientes críticas hacia el gobierno brasileño. Sin embargo, analizando los antecedentes del país éstos nos muestran que Brasil ha tenido éxito en construir su política de transformación social y su política de cooperación externa.

Cuando Brasil ganó el derecho de organizar la Copa del Mundo en el año 2007, su economía estaba creciendo sólidamente. El entonces presidente Luis Ignacio “Lula” da Silva, visto como un actor importante en el escenario mundial, pasó a jugar un papel clave en el surgimiento del G-20 como foro para la coordinación de la acción internacional sobre la crisis financiera mundial que sobreviniera al colapso de Lehman Brothers.

Los brasileños planearon una fiesta de repercusión global, pero la presidenta Dilma Rousseff ha presentado un menor crecimiento económico, y los preparativos para la Copa del Mundo se han visto enturbiados con la muerte de ocho trabajadores de construcción, retrasos en las obras y por las protestas, a veces violentas, respecto a los costos del torneo.