Dulfredo Mollo Choque
A meses de las elecciones presidenciales, en nuestro país se siente la inquietud de muchas organizaciones políticas que pretenden participar en esta contienda electoral, especialmente para la conquista de adeptos y la simpatía del pueblo para llegar al Gobierno. Unos tratan de configurar su estructura partidaria y otros conseguir una personería jurídica que les permita ser parte de esta contienda.
Llama la atención en este ambiente político que aún sus acciones, planes y propuestas muestren limitaciones que no les permiten traspasar las barreras de un egocentrismo partidario, regional, sectorial, etc. Esas limitaciones les impiden tener una visión más clara y global de lo que es el Estado boliviano como Madre Patria.
Es así que muchos, por no decir todos los partidos políticos conocidos por su trayectoria pasada, demuestran con sus actos y discursos su objetivo de llegar al poder a toda costa, lo que da a entender que no pueden prescindir de juegos de poder basados en ideas inconsistentes, pensamientos ideológicos y filosóficos egocéntricos, alejados de un sano juicio, de sentido común, de respeto y amor a la Patria, a sus hijos, sus criaturas y sus recursos naturales.
Esas prácticas les llevan a cometer acciones irresponsables, dañinas y destructivas entre ellos mismos y por efecto la población boliviana tiene que soportar el peso de su osado comportamiento. Más aún, con su ejemplo invitan e incitan a la población, organizada o no, a jugar el mismo rol y seguir el mismo camino.
La Madre Tierra, sublime y santa, no concibe en su espíritu maternal juegos de poder, menos ejercerlos sobre alguien, sino que ella está afanada por dar y generar vida, amor, esperanza y fe; alimento y abrigo a cada uno de sus hijos. Hace su abnegada labor de curar las heridas del cuerpo, del alma y del espíritu de cada hijo suyo y de cada una de sus criaturas, para que con un vínculo de amor indisoluble nos haga sentir la dulzura de ser sus hijos, de ser hijos de Dios y de la vida, imperecedera en tiempo y espacio.
Ese es su proyecto de vida. Quien no entienda así, no está en la dimensión de su espíritu de amor y de vida y por lo tanto no se hace digno de conducir a nadie, menos a ella que precisa ser amada y no ser objeto de poder de nadie. Pero si el escenario no está dado para este propósito, si las reglas de conducta de sus hijos impiden este vínculo maternal, se hace preciso cambiar esas reglas por otras que tengan las condiciones para que este espíritu de amor y vida brote, crezca y florezca, y emane su aroma en cada ser, en cada rincón de la Patria y en los confines del mundo y el universo.
Y este cambio se inicia con la Constitución Política del Estado y todas las leyes y normas de conducta que rigen la justicia, educación, salud, cultura, economía, seguridad y resguardo y todo lo que tiene relación directa o indirecta con la convivencia social del país, para que de sus páginas emane vida y amor de la Madre Tierra. Esa es la labor ineludible del hijo amado que tiene por madre a la Patria, hermosa y santa.
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