La Unión Europea anunció su oposición a la industrialización de hoja de coca, dentro de su programa de lucha contra las drogas ilícitas. Al mismo tiempo, dio a conocer que no apoya el procesamiento de la hoja de coca en sí y que, en cambio apoya la producción de palmito, banano, cacao, café, piña y una amplia gama de otros productos. Agregó que también financia plantas de procesamiento de banano, cooperación que permitió que este último producto sea exportado en gran cantidad de cajas a Argentina.
La decisión de la Unión Europea fue comunicada en La Paz por el responsable del Programa de Apoyo al Desarrollo Integral, quien a la vez admitió que aumenta el consumo de drogas en Estados Unidos y la Unión Europea y, a la par, en Brasil se registra un “fuerte incremento” de la presencia de drogas en el mercado. Al mismo tiempo destacó la reducción neta de los cultivos de coca de 31 mil a 25 mil hectáreas en Bolivia y agregó que la Ley 1.008 requiere un nuevo enfoque debido a que “quedó obsoleta tras 26 años de vigencia”.
Las apreciaciones de esa autoridad europea adquieren significativa importancia, más aún en momentos en que a diario las autoridades bolivianas descubren e incautan notables cantidades de droga, a la vez que descubren fábricas sofisticadas destinadas a elaborar cocaína. En particular, la opinión de la Unión Europea adquiere relevancia en lo que se refiere a oponerse a la industrialización de la hoja de coca, aspecto sobre el que ya se hizo conocer una serie de opiniones.
Se destaca en ese sentido que la industrialización de la coca, así como el libre “acullicu” y la libre exportación de la hoja, (sagrada para unos y maldita para otros), lo único que hará será aumentar la demanda del narcótico, lo cual significará la necesidad de un aumento de las áreas de cultivo de la planta, aspecto que motivará a que los agricultores de los yungas, el Chapare y otros sitios dejen de cultivar verduras, vegetales, fruta y abandonen la ganadería, produciendo, finalmente, un desabastecimiento de alimentos básicos para las ciudades y dando al traste con la publicitada seguridad alimentaria, que es un prioritario programa estatal.
La resistencia de la Unión Europea a la industrialización de la hoja de coca adquiere mayor valor porque al mismo tiempo señala que hace esfuerzos para industrializar otros productos agrícolas y cuya exportación en grandes volúmenes no sólo beneficia a los países vecinos, sino en especial a los agricultores y a la economía nacional.
En realidad, el anuncio de la Unión Europea significa un cambio positivo en los procedimientos ortodoxos en la lucha contra las drogas y ya no sólo dedica sus esfuerzos técnicos y financieros a combatir los efectos sino las causas del problema de la economía de la hoja de coca. Al parecer esa entidad ha llegado a la conclusión de que la producción es la que origina el consumo y no al revés, aunque, finalmente, el consumo termina también influyendo en la producción, produciéndose así una espiral de nunca acabar y siempre creciente, como ocurrió en años anteriores y que lo único que provocó fue el crecimiento de la economía de la coca y, además, su conversión en un asunto político de extraordinario tamaño.
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