La inundación del Madera: el desastre previo y calculado

Luis Fernando Novoa Garzón

II

El río Madera es el lema central del corredor inter-oceánico en implantación en la región, corredor concebido para acarrear recursos naturales exportables a largas distancias, en una situación en que el uso define la logística que le cabe, logística que, a su vez, intensifica este mismo uso, en un círculo vicioso de especialización regresiva del territorio. Proyectos petrolíferos, de minería, hidroeléctricos y de infraestructura, ya escudriñaron lo que circunda a dicho corredor. Por ello, flujos de poblaciones desenraizadas por el ciclo de expropiaciones anteriores tratan de ocupar sus posiciones en ese espacio como pueden, siguiendo la móvil y rápida frontera de las inversiones. Reciben, a cambio de eso, junto con las poblaciones locales, la mayor parte de la carga de los daños socioambientales -y de superexploración de la fuerza de trabajo- que surge de la efectivización de esos proyectos. Nuevas zonas de sacrificio se perfilan en los bordes de estas áreas/sectores que presentan alta lucratividad en medio del último brote de “crisis financiera” y sus nuevos y brutales requisitos.

La conversión de la Amazonia en valores y plataforma logística se profundiza aún más con la incorporación de “mecanismos de desarrollo limpio”: Green cleaning/Green washing, para volver tolerables los efectos colaterales de esa nueva ofensiva expoliativa a través de mecanismos como MDL, REDD, ABC y Mercados de Crédito de Carbono y sus múltiples derivados. Y así camina la frontera eléctrica en la Amazonia y prosigue la construcción social de los ríos amazónicos como recursos energéticos, conversión hecha de modo “sustentable” o a través de represas al “filo del agua” o “represas plataforma”. Lo “ambiental”, como reactividad formal y cínica a los requerimientos energéticos de nuestro patrón de acumulación, produjo artefactos como “represas- plataforma” y “represas al filo de agua” para asegurar por medio del sello normativo cientifizador, “los menores impactos posibles” -después, es claro, de atestiguar la irreversibilidad de las inversiones llamadas estructuradoras.

Impacto social nulo, prometen los detonadores de bombardeos quirúrgicos en la Cuenca del río Tapajos. Caudal afluente = caudal defluente, repiten en forma de mantra los directores de los Consorcios y de las agencias fiscalizadoras, para nada más declarar sobre cómo específicamente sus dos embalses interfieren en la dinámica de las inundaciones y reflujos del río Madera, río arriba y río abajo, trecho a trecho.

Reparen que son los actores o agrupamientos sociales que crean y recrean versiones del mundo natural y claramente del mundo social. Esas versiones emplacan o no, dependiendo de los instrumentos y de los métodos de construcción y entronización de la realidad de los que se imaginan vencedores, de la realidad que da la razón a ellos.

Pero la victoria nunca es completa en cuanto podemos ponerla a prueba en la escena pública. Lluvias implacables encima de las represas, en territorio boliviano, no constituyen una coartada que se sustente, ya que informes y estudios técnicos indicaban, desde 2007, la posibilidad de eventos climáticos extremos asociados a procesos de deforestación y ocupación irregular del suelo en la cuenca del río Madera. Y tales informes fueron ignorados o censurados durante los procesos de licenciamiento de las represas. ¿Agencias hidrometereológicas en Bolivia y Perú deberían haber sido condición previa? Un mayor conocimiento de la amenaza no se traduce en condiciones de desvulnerabilizar, o sea, impedir nuevas vulnerabilidades. Debería haber consonancia entre sistemas de alerta y adecuación de operación de los reservorios y planes de contingencia publicitados. En vez de eso, lo que se vio fue una disputa extemporánea entre las dos represas por el aumento de las cotas de sus respectivos embalses, para optimización del aprovechamiento energético.

Los consorcios dicen que no podrían asumir responsabilidad sobre “daños remotos” o sobre efectos colaterales “inevitables”. Pero sin que se evalúe en detalle las dinámicas de sedimentación en asociación con los efectos de remanso de los dos reservorios, no es posible afirmar que la cantidad de lluvia en las cabeceras pueda determinar el nivel del caudal del río Madera -pura y simplemente.

Puntualizan, en defensa propia, que la falta de planificación del suelo en el área de influencia de las hidroeléctricas no puede ser “causa directa e inmediata” de las represas. Aquí la media confesión basta para dejar claro que los Consorcios privados no están dispuestos a verificar las muchas causas coadyuvantes de esta catástrofe socio ambiental, mucho menos ofrecer seguridad mínima a la población rondinense que vive en el entorno del proyecto o que depende de la infraestructura viaria situada en él, como, por ejemplo, la población del Estado de Acre. La viabilidad de las dos hidroeléctricas está colocada en jaque después que ESBR y SAE (los consorcios) probaron que no consiguen lidiar con el caudal de los ríos amazónicos en su extrema variabilidad.

El autor es Professor da Universidade Federal de Rondonia.

l.novoa@uol.com.br

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