“Vender”, última opción para solucionar temporalmente la pobreza

Realidad sobre tráfico de órganos en todo el mundo



La falta de recursos es el principal motivo para pensar en “vender” órganos vitales, con la esperanza de solucionar problemas económicos.
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BBC Mundo.- Ernesto Antonio es de Nicaragua. Tiene 28 años y un título de técnico en refrigeración industrial. Desde hace cuatro años y tres meses está “juntado” con una mujer de cuarenta que tiene cinco hijos y requiere con urgencia una operación del corazón.

Por todo eso está vendiendo uno de sus riñones por $us 200.000.

Cruzando el Mar Caribe, en el estado Bolívar de Venezuela, se encuentra “Donador” -así es como pide que lo identifique-. Tiene 38 años. Es técnico superior en construcción civil. Casado, dos hijas adolescentes, varios meses de retraso con sus matrículas del colegio y una deuda permanente con el dueño de la casa en la que viven, quien amenaza con venderla si aparece un comprador.

También está ofreciendo en venta uno de sus riñones. No tiene muy claro cuánto puede pedir, pero cree que alrededor de $us 250.000

Ernesto Antonio y “Donador” son el hilo visible de una madeja que medra en las sombras: el tráfico de órganos, un fenómeno que parece tener un pie en la realidad y otro en el mito.

Ambas caras se mostraron hace pocas semanas, en México, cuando el secretario de Seguridad Pública de Michoacán, Carlos Castellanos Becerra, dijo por Twitter que en ese estado se había detenido a Manuel Plancarte Gaspar, de 34 años e integrante del cartel de los Caballeros Templarios, quien era “investigado por la muerte de menores de edad, a quienes extraía sus órganos para venderlos”.

Un día después, el Procurador General de la República (fiscal general), Jesús Murillo Karam, dijo en rueda de prensa que el tráfico de órganos “no es tan grave en México (Â…), pero no queremos que sea más grave, no queremos que crezca”. Después, silencio.

DATOS DUROS

Si el tráfico de órganos habita en las sombras, dicen expertos, es porque muchos lo han permitido. Empezando por algunos gobiernos.

“Datos no hay, ni cifras oficiales. El primer paso es la negación. Los Estados no quieren asumir que tienen tráfico de órganos dentro de sus fronteras, a no ser que haya un escándalo como ha ocurrido en Sudáfrica o España. Pueden asumir que tienen prostitución, tráfico de drogas. No pasa nada porque todos los otros Estados los tienen. Pero no tráfico de órganos”.

Quien me dice esto es Alicia Verdú, una criminóloga española especializada en trata de personas y tráfico de órganos y quien hizo una investigación sobre el tema.

Verdú calcula que, del total de trasplante de órganos, al menos 10% se realiza de manera ilegal. Una cifra que, asume, es mucho mayor en América Latina, por sus niveles de corrupción, pobreza y debilidad del sistema judicial.

La experta aclara que dentro de lo que se considera como actividad ilegal está, por ejemplo, pagar para que pongan a una persona en los primeros lugares en la lista de quienes esperan un donante para trasplante.

PAÍSES “TERCOS”

La “estrella” del tráfico de órganos es el riñón. Algunas organizaciones creen que constituye hasta el 75% del mercado ilegal.

“Existe la conciencia de que, porque tenemos dos riñones, no pasa nada si das uno. Pero sí pasa. Lo peor del tráfico de órganos es que la gente que se encuentra en situación de pobreza, que son los que donan este tipo de órganos, normalmente tienen trabajos que requiere una condición física importante”, le explica Verdú a BBC Mundo.

“Y cuando donan el riñón y pasan por el postoperatorio, no pueden mantener el ejercicio físico que hacían antes en su trabajo, con lo cual lo que han conseguido es poco o nada”.

Esa es la nuez del asunto: gente en estado de necesidad que vende sus órganos.

Según cifras de 2012 publicadas por Organs Watch -organización que rastrea el tráfico ilícito de órganos-, cada año se venden de manera ilegal entre 15.000 y 20.000 riñones en todo el mundo.

Sobre la reticencia a reconocer el delito, la jurista mexicana Alicia Elena Pérez, quien hace una década representó a México en las negociaciones de El Protocolo de la Comisión de los Derechos del Niño, que incluía tráfico de órganos, recuerda la terca posición de algunas naciones.

“Los países más sensatos -Bélgica, Suecia, Dinamarca, Japón, Canadá, Nueva Zelanda- mantenían sus puertas abiertas a que eso sucediera: que pudiera haber una red de contactos vía los centros de salud oficiales o privados en donde a las personas usuarias que detectan con determinadas características les pagan por sus órganos”.

“En el otro extremo estaban países como Pakistán, India, China, Países Bajos, que decían: esto no existe. Y si existe, las personas tienen la libertad de hacerlo”.

Sin embargo, tanto la jurista mexicana, como Alicia Verdú y todos los especialistas consultados por BBC Mundo están de acuerdo en que hay algo que no existe: el robo de órganos para trasplantes.

HILO DEL MITO

La oficina de Alicia Elena Pérez Duarte y Noroña en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) es pequeña. Y la empequeñece aún más la desbordante vitalidad y humor de esta mujer con cara de suiza, pero mexicana hasta el tuétano y quien desde hace años sólo viste ropajes típicos de su país.

Ahora, la doctora Pérez Duarte y Noroña es una respetada académica, investigadora del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Unam.

En realidad lo ha sido casi toda su vida, salvo por algunos intervalos, como el de hace 20 años, cuando una serie de coincidencias políticas y académicas la llevaron a convertirse en Fiscal Familiar Civil en el Distrito Federal.

Y en los pocos meses que estuvo al frente de esa fiscalía -de donde salió fuertemente amenazada- uno de los temas sobre los que trató de arrojar luz fue el del tráfico de órganos.

“En esa época hubo uno de los grandes escándalos de nota roja en nuestro país sobre supuesto tráfico de órganos, en donde muchas personas alegaban que conocían a alguien que tenía un hijo o hija a quien habían secuestrado por un tiempo y que cuando aparecía les habían quitado el riñón, la córnea. Lo quitable”.

“Ese era el escándalo de la prensa. Como eran menores de edad, encajaba en mi área”.

Empezó entonces un trabajo de hormiga para verificar esos testimonios. Lo más difícil -recuerda con una sonrisa irónica- fue que los periódicos le revelaran de dónde había salido la noticia.

“Me puse en la tarea de buscar, de lo que salía en la prensa, al conocido del conocido del conocido... Y siempre encontré un hoyo negro. Porque todo mundo me refería a otra persona y llegaba un momento en que ya no existía”.

Tomó, entonces, otra ruta: hablar con los expertos.

“Empecé a buscar a médicos cirujanos, especialistas en trasplantes para que me explicara la viabilidad de eso. No hay uno solo, a la fecha, que diga que es posible. Todos decían: el protocolo del trasplante es muy complicado como para poder lograr eso: llevarse a alguien y quitarle el órgano”.

“Ese protocolo hace prácticamente imposible que ese imaginario popular que tenemos sobre el tráfico de órganos sea factible”.

Pero hay más: en los tiempos en que estuvo en Ginebra, Alicia Elena Pérez entró en contacto con multitud de organizaciones internacionales y nunca pudo encontrar un solo caso comprobado de robo de órganos. Ni en niños ni en adultos. Por esto, tiene serias dudas sobre lo que ocurrió en Michoacán.

DE LA VIDA REAL

La última historia real sobre tráfico de órganos en América Latina reventó el año pasado, desde Costa Rica, el periodista José Meléndez.

Veterano reportero y corresponsal de El País de España, El Tiempo de Colombia y El Universal de México, Meléndez encontró el tema por casualidad.

“En una reunión en abril de 2013 en Costa Rica, un médico que ha hecho trasplantes legales cuenta que en su celular le han ofrecido que realice trasplantes a dos israelíes que están urgidos”, explica a BBC Mundo.

“Habían encontrado a un nicaragüense y un costarricense, a quienes les habían pagado tres mil dólares a cada uno pero necesitaban médicos. Yo vi el mensaje”.

A partir de ese dato empezó a desenredar la madeja.

“Hay toda una red que involucra médicos, esto no es un asunto de dos o tres personas. Costa Rica se convirtió en un país anfitrión de turismo de trasplantes, entonces involucra operadores de turismo, agencias de viajes, hoteles, personal de salud. Los hospitales tienen sus archivos y ahí es donde pueden determinar qué persona es compatible...”.

Luego, una confundida pareja de costarricenses fue detenida en el aeropuerto de Tel Aviv y todo encajó. La pareja confesó, bajo declaración jurada, que se encontraba en Israel porque le habían ofrecido $us 20.000 por el riñón izquierdo de la mujer. Habían sido reclutados por un médico en un hospital estatal costarricense.

Hasta el momento se han ubicado a 20 personas que vendieron sus órganos a través de esta red, pero José Meléndez cree que pueden ser más, ya que la operación estaba en marcha desde 2009.

LAS REDES

El caso de Costa Rica que describe José Meléndez calza a la perfección en el modelo que Alicia Verdú ha diseñado sobre cómo operan las redes de tráfico de órganos.

“Es un negocio de intermediarios. La realidad social, desde el donante hasta el comprador, es muy distinta. Para poner en contacto a estas dos personas están los intermediarios. Desde los 1.000 o 2.000 euros que puede recibir la persona que vende, hasta los 85.000 o 100.000 euros que paga la persona que ha comprado el órgano, todo ese dinero se queda en el camino”.

“Hay tres tipos de intermediarios, el primero, es una persona de nivel económico alto para hablar de tú a tú con el comprador. Luego está el comerciante, quien pone en contacto al del primer rango con el tercero. Puede ser una persona que tenga una agencia de viajes”, indica Verdú.

Hasta ahora -me aclara Verdú- se ha descubierto la participación de mafias en el tráfico de órganos en China, donde, más que intermediarias, lo que hacen es poner a disposición su organización y logística para el transporte de personas que venden sus órganos. Se sabe de casos en Tailandia donde han transportado pueblos enteros a China para que lo hagan.

Por eso, no descarta que los carteles del narcotráfico en México estén involucrados, pero a nivel de tráfico. No de robo.

EL ÚLTIMO ESCALÓN

Ni Ernesto Antonio ni “Donador” han sido contactados por intermediarios. Y si lo son, es poco probable que reciban las sumas con las que sueñan.

De acuerdo con diversas fuentes, un riñón puede cotizarse entre $us 80.000 y $us 100.000 dólares. Pero ese dinero nunca lo recibe la persona que entrega su órgano. Pueden aspirar a $us 20.000, como la pareja costarricense. Pero es más probable que sean entre $us 1.000 y $us 3.000.

Fue aproximadamente lo que recibió un indígena de Chiapas que Alicia Pérez conoció en la época en que fue fiscal. Cuando le dijo que era muy poco por entregar un riñón, su respuesta fue tajante: “Sí, pero ya tengo mi casa”.

Además, le dio a entender que el cuerpo era suyo y podía hacer con él lo que quisiera. Es la posición de “Donador”.

“Si es mi órgano, es mi cuerpo y es mi decisión, no veo lo ilegal del caso. No veo cuál es la diferencia a que cuando uno muere y es donante voluntario post mortem, utilizan nuestros órganos para salvar alguna vida, que no se sabe si es buena o mala persona. ¡Sin embargo el médico y la clínica cobran su buena cantidad de dinero por eso!”.

“Ahí te lo dejo hermano para la reflexión. Yo solo quiero darle un hogar a mis hijas y garantizarles su futuro, pagar sus estudios a cambio de salvar una vida”.

El cuerpo, último refugio. Recurso final para salir de la pobreza.

 
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