Papa visita Tierra Santa
Jerusalén.- Cincuenta años después de que Pablo VI y Atenagoras I pusieran coto a la animadversión entre católicos y ortodoxos, sus sucesores en la silla de Pedro, el papa Francisco, y en el trono de Constantinopla, Bartolomeo I, renovaron una apuesta por la unidad que ambos creen perentoria en tiempos de tribulación.
El encuentro, que arrancó en la sede patriarcal de la ciudad vieja de Jerusalén, donde ambos firmaron una declaración conjunta, y prosiguió después sobre la imponente cúpula del Santo Sepulcro, era, según el Vaticano, el hito de la peregrinación que Bergoglio inició el sábado en Ammán y que ayer también le llevó a Belén, informó Efe.
El Papa llegó al casco antiguo de la ciudad santa muy cansado, de la mano del Custodio de Tierra Santa, Pierbattista Pizzabala y del Patriarca Latino, Fuad Twal, tras una misa multitudinaria en Belén y un viaje en helicóptero a Tel Aviv por motivos diplomáticos, pese a que solo 8 kilómetros distan del corazón de Jerusalén a la ciudad en la que nació Jesús.
Ingresó por la Puerta Nueva y atravesó las recónditas calles del barrio cristiano, casi desiertas a causa de las estrictas medidas de seguridad israelíes.
Bartolomeo llegó, por su parte, acompañado por el patriarca ortodoxo de Jerusalén, Teodosios III, al que Francisco agradeció su hospitalidad.
Los máximos representantes de las iglesias de Occidente y Oriente renovaron por escrito los votos de unidad y entendimiento rubricados hace medio siglo, y admitieron que pese a ello, el camino hacia la reconciliación es aún arduo y largo.
“Nuestro encuentro fraterno de hoy (ayer) es un nuevo y necesario paso en el camino hacia aquella unidad a la que sólo el Espíritu Santo puede conducirnos, la de la comunión dentro de la legítima diversidad”, afirmaron.
“El abrazo que se dieron el Papa Pablo VI y el Patriarca Atenágoras aquí en Jerusalén, después de muchos siglos de silencio, preparó el camino para un gesto de enorme importancia: remover de la memoria y de la mente de las iglesias las sentencias de mutua excomunión de 1054”, recordaron.
Un abrazo que, aunque fraternal, deja aún en el tintero retos y cuestiones que exigen un diálogo ecuménico mucho más profundo para comenzar a disiparse, advirtieron.
“Aun siendo plenamente conscientes de no haber alcanzado la meta de la plena comunión, confirmamos hoy nuestro compromiso de avanzar juntos hacia aquella unidad por la que Cristo nuestro Señor oró al Padre para que “todos sean uno”, subrayaron.
Una unidad que también debe fundamentarse, insistieron, en la defensa de los más desfavorecidos, de la dignidad de la persona humana y de la santidad de la familia basada en el matrimonio, en la promoción de la paz y el bien común y en la respuesta ante el sufrimiento que sigue afligiendo a nuestro mundo”.
“Reconocemos que el hambre, la pobreza, el analfabetismo, la injusta distribución de los recursos son un desafío constante. Es nuestro deber intentar construir juntos una sociedad justa y humana en la que nadie se sienta excluido o marginado”, recalcaron.
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