Todo se inició a partir de la invasión de los franceses a España, y el posterior apresamiento de la familia real por órdenes del emperador Napoleón. El pueblo español conformó la llamada Junta de Sevilla, con miras al gobierno de las colonias de España en América.
Estando preso Fernando VII, su hermana Carlota de Braganza, queriendo atribuirse una especie de Gobierno en el exilio, envió una serie de cartas y manifiestos a las colonias americanas; uno de estos enviados fue José Manuel Goyeneche, quien usó el nombramiento de representante de Sevilla.
El delegado de Sevilla partió de Buenos Aires rumbo a la Audiencia de Charcas en septiembre de 1808. De la Real Audiencia de Chuquisaca era presidente Ramón García y León de Pizarro y su Arzobispo Benito María de Moxó, ambos esperaban al delegado de Sevilla.
Cuando Goyeneche entregó las cartas de la princesa Regente de Portugal, Carlota de Braganza, trajo naturalmente la enemistad de la Audiencia y su no aceptación a las pretensiones de Carlota. Sin embargo su presidente Pizarro, y el arzobispo Moxó las aceptaron, y así empezó el desbarajuste, siendo el Presidente y el Arzobispo acusados de infidelidad al rey.
La Audiencia estaba formada por brillantes jurisconsultos, unos conservadores y otros radicales. Los radicales que eran solamente cinco, no tenían un líder ni un dirigente, ellos tenían la idea de aprovechar el momento para iniciar un cambio hacia la independencia de las colonias del reino de España; los radicales más importantes eran los hermanos Jaime y Manuel Zudáñez y Bernardo Monteagudo.
En la mañana del 25 de Mayo, Pizarro fue informado de que la Audiencia había dispuesto su arresto, que incluía a su gabinete. Pizarro junto al arzobispo Moxó dispuso con su tropa la prisión de los miembros de la Audiencia, vale decir sus opositores. Sólo se pudo localizar a Jaime Zudáñez, que al ser aprehendido gritaba a su paso por la plaza: Me llevan para ahorcarme los traidores. Al escuchar los gritos, el pueblo se fue reuniendo.
Zudáñez ingresó a la Casa Presidencial conducido por los soldados, en esos momentos se escuchó las exclamaciones, con disparos, de ¡Viva Fernando VII!, ¡Viva Fernando! Los miembros de la Audiencia fueron mezclándose con el pueblo chuquisaqueño; así fue iniciada la revolución del 25 de Mayo de 1809.
El populacho asaltó la casa de Pizarro, hubo un muerto y varios heridos, por los balazos de los soldados se arrancó la puerta, se saqueó el edificio. Se aprehendió a Pizarro, la intervención de algunos miembros de la Audiencia salvó su vida; el arzobispo Moxó quiso aliviar los ánimos, pero luego lleno de temor huyó hacia Yamparáez.
Depuesto Pizarro, la Audiencia designó nuevos miembros, nominalmente sólo responsable ante el Virrey de Buenos Aires, y ante el rey prisionero, designó al Cnel. Álvarez de Arenales, como Comandante General de Charcas. Arenales estaba sorprendido, era español, pero sabía que éste era el inicio de la Independencia de las Colonias. Su actuación como patriota por la independencia americana duró más de 15 años.
Algunos miembros de la Audiencia desconocían que en sí se trataba de un movimiento libertario, pero estando en manos de los hermanos Zudáñez, Monteagudo y otros, se afianzó el grito libertario; se envió emisarios , doctores radicales, al resto de las provincias alto peruanas.
Bernardo Monteagudo fue a Potosí y Tupiza; Joaquín Lemoine a Santa Cruz; Manuel Arce a Oruro; Tomás Alcérreca a Cochabamba; a La Paz fue enviado el más radical de los revolucionarios chuquisaqueños, el doctor Mario Michel.
Las noticias de los horrores ocurridos posteriormente en la ciudad de La Paz influyeron para que la Audiencia reciba un nuevo presidente, designado por el Virreinato del Río de La Plata, Vicente Nieto, el 7 de septiembre de 1809, quien solicitó de inmediato la no concurrencia de Goyeneche a Chuquisaca, no hacía falta.
Arenales fue enviado a Lima para su enjuiciamiento, Manuel Zudáñez murió en prisión, su hermano Jaime y Monteagudo pudieron escapar mucho después, otros quedaron presos.
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