Establecer definitivamente -olvidando cifras ingenuas y frutos de imaginaciones sobre grandes reservas- los volúmenes de gas que poseemos, es de vital urgencia. Cabe señalar que los cuadros en explotación han sido descubiertos y empezaron a producir en los años de anteriores gobiernos al actual; que en los últimos ocho años no hubo nuevos descubrimientos y menos explotación nueva. Por ello, conjuntamente las empresas extranjeras que hoy explotan el gas, es preciso y urgente establecer las reservas seguras o no que tengamos; lo demás es suponer, ingenua y absurdamente, que podemos depender de lo que actualmente se cree que se tiene.
Frente a los optimismos demostrados, existen suposiciones de que “podríamos reemplazar las ventas de gas de Ucrania a países europeos” con el gas boliviano; un extremo absurdo e imposible no sólo porque no podríamos acceder por las distancias a esos mercados y, sobre todo, porque no contamos con el gas necesario ni para nuestro propio uso.
Vivir quimeras y fantasías aun sabiendo que todo se diluye al igual que el gas, resulta contraproducente, cuando tenemos conciencia de no contar con producción suficiente de ese hidrocarburo para cumplir íntegramente con el mercado interno y los contratos con Brasil y Argentina y, lo grave, no podemos usar gas en las industrias que el país requiere hacer funcionar (Mutún) o, peor, limitamos a industrias instaladas, como es el caso del cemento, porque no hay gas. Finalmente, se hace conexiones domiciliarias y, por tiempo indefinido, no hay las conexiones debidas porque no hay gas; entonces, ¿por qué permitir y dejar correr el criterio inexacto de “más ventas al exterior”?
Lo que tiene que hacerse en lo inmediato es acelerar la entrega del estudio de reservas e, inclusive, para ampliar la exploración de los campos gasíferos que están en producción. A las empresas petroleras actuantes en el momento, les convendría esas labores de exploración de nuevos campos para asegurar una producción importante en el futuro; pero todo hace ver que en YPFB y en las mismas empresas extranjeras sólo reina el optimismo.
¿Cuándo viviremos realidades con los hidrocarburos que, se dice, poseemos en cantidades muy apreciables? ¿Cómo se puede confirmar esas afirmaciones si no se las establece en el terreno las realidades? Así, mientras vivimos quimeras e ilusiones, sufrimos por no tener gas, por ver postergadas a muchas industrias y seguimos con la molestia de las garrafas porque no hay gas para las conexiones domiciliarias; otro tanto se produce con los automotores que hacen largas filas para cargar “algo de gas” en reemplazo de la gasolina. Frustraciones y más decepciones resultan, en las actuales condiciones, el diario alimento de un país que, si se quisiese, podría alcanzar altos índices de desarrollo.
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