Después del trágico motín de 18 de abril de 1828 y retornando de la hacienda de Mojo Torillo (donde el Mariscal descansó de una fatal herida) a la ciudad de Sucre, en los últimos días de julio, ante el Congreso Nacional, se despidió del país un 2 de agosto de 1828 con brillantes proclamas: “Aún pediré otro premio a la nación, el de no destruir la obra de mi creación... etc., etc.”.
“Al pasar el Desaguadero, encontré una porción de hombres divididos entre asesinos y víctimas, entre esclavos y tiranos, devorados por los enconos y sedientos de venganza. Concilié los ánimos, he formado un pueblo que tiene leyes propias, que va cambiando su educación, y sus hábitos coloniales, que está reconocido por sus vecinos, que está exento de deudas exteriores, que sólo tiene una interior pequeña, y en su propio provecho, y que dirigido por un gobierno prudente, será feliz...”.
El mismo 2 de agosto salió de la capital el Mariscal rumbo a la ciudad de Potosí, donde obtuvo algunos fondos para su viaje. El 25 del mismo mes llegó a Cobija, con la herida del brazo, debido al largo viaje y el movimiento de su cabalgadura; su edecán José Andrade y sus dos ayudantes en todo momento prestaron la atención necesaria al ilustre herido.
En Cobija, puerto boliviano, se embarcó en la fragata inglesa Porcospin, rumbo al Callao, con escala en Arica. Llegó al Callao en septiembre, siendo allí anoticiado de los problemas surgidos entre La Gran Colombia y el Perú, ofreciéndose como intermediario, a fin de evitar derramamiento de sangre entre países hermanos, a través de una nota dirigida al Presidente del Perú, Gral. La Mar, desde su camarote. El Canciller Galdiano en nombre de su Gobierno le envió a bordo una nota rechazando la oferta de Sucre.
El Mariscal siguió rumbo a Guayaquil, a donde llegó el 18 de septiembre, para después pasar a Quito. Sucre supuso mal que en adelante llevaría una vida hogareña, acompañado de su joven esposa.
Se instaló en la llamada Casa Azul, donde recibía las visitas de amigos y autoridades de Quito; el brazo del Mariscal continuaba con problemas, siendo muy necesarias las atenciones médicas. Allí recibió la visita de un ex edecán que lo había seguido hasta Bolivia, ascendiendo hasta lograr el grado de General, se llamaba Isidoro Barriga, frecuentando la Casa Azul.
Pero las noticias que llegaban eran alarmantes, el ejército peruano continuó su avance por el sur; el ejército colombiano, al mando del Gral. Juan José Flores, se disponía a repeler al enemigo, pero siendo necesario el mando de un alto militar, fue llamado por Bolívar el Mariscal Sucre, quien asumió la jefatura del ejército de la Gran Colombia el 28 de febrero de 1829.
Sucre con tropas que llegaron de Bogotá organizó un ejército capaz de defender la invasión de peruanos a Ecuador, comandados por La Mar y Gamarra.
Con habilidad atrajo al ejército peruano hasta un paso angosto de montaña, en los Andes cerca de Cuenca, llamado el Portete de Tarqui. En ese estratégico lugar fue derrotado el ejército del Perú, el 1 de marzo de 1829.
Magnánimo como siempre, en la Capitulación y el Acta de Rendición del Perú respetó a los Generales Gamarra y La Mar, pero sufrieron ambos en carne propia, como un revés y con mayor vehemencia, la humillación que hicieron a Bolivia y al Mariscal siete meses antes.
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