A cinco meses de las elecciones de octubre, menudean las promesas y proyectos aislados de los grupos político-partidistas que pretenden lidiar en las elecciones de octubre; por supuesto, el partido oficial no es ajeno a este tipo de campañas, que las acompaña con “la entrega de obras” realizadas en su gestión que concluye.
La verdad es que el panorama muestra una serie de posiciones de quienes creen tener derechos adquiridos para manejar los destinos del país. Lo grave es que, empezando por el Presidente-candidato que buscará la re-reelección, muestran panoramas muy maravillosos para el futuro, y los partidos, disgregados en varios grupos o facciones, tampoco se quedan atrás y al acusar al oficialismo de muchos hechos que ellos consideran indebidos, lanzan criterios sobre lo que debería ser la economía y la atención social en el país y, como corolario, tampoco dicen cuáles serían las medidas “maravillosas” que permitan solucionar los problemas que la nación sufre.
Las futuras elecciones son, pues, el mejor medio para todos los candidatos, un medio para que el pueblo crea, así sea una vez más, en promesas e intenciones que se pregona sin coherencia alguna, pero que no se plasman en documentos serios, bien estudiados, concluyentes sobre las verdades vividas por el país; no hay, hasta el momento, nada que sirva al pueblo para confiar en lo pre-electoralista y que sirva de base para creer en lo que harán los prometedores de todo y nada.
Todo muestra que las fantasías e ilusiones han sido concebidas para que los políticos se alojen en sus contenidos y crean, a ciegas, que ellos son los elegidos y los únicos capaces de gobernar el país. La verdad es que, hasta ahora, nada se ve o, si hay algo consistente, es muy poco o nada creíble. Hay pobreza de criterios en los grupos políticos y la pregunta del pueblo es ¿cómo serán los candidatos en sus propósitos e intenciones? ¿Se estarán preparando? ¿Habrán estudiado los diversos problemas habidos? ¿Renunciarán a sus posiciones de soberbia y petulancia de la que hacen gala?
La colectividad nacional, basada en experiencias del pasado mediato e inmediato, duda, no cree, es totalmente escéptica sobre promesas y campañas sin contenido; pero, nada sirve a quienes dirigen los partidos. La verdad es que existe la sensación de que el liderazgo, el sentido de emprendimiento y la capacidad de conducir al pueblo, han desaparecido de los escenarios partidistas, porque inclusive los que propiciaron y cooperaron con el actual régimen se muestran débiles y propensos a más división, porque el arte de dividirse o practicar el camaleonismo o el transfugio se ha hecho norma en las corrientes partidistas. Habrá que ver qué es lo que ocurre en los próximos meses para que el pueblo vea cómo y hasta dónde puede confiar aún en la política que practican los que aspiran al Gobierno.
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