Brasilia.- La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, afirmó ayer que las protestas que su país ha vivido contra el Mundial de fútbol son “el costo de la democracia” y la consecuencia de tener movimientos sociales “activos” que se manifiestan libremente.
Durante una cena que ofreció en su residencia oficial a un grupo de corresponsales de medios extranjeros, entre ellos Efe, la jefa de Estado comentó sus expectativas frente al Mundial que comenzará el próximo día 12 y reiteró su convicción de que la gran mayoría de los brasileños “saldrá a la calle a festejar”, no a protestar.
“La gran mayoría del país no quiere violencia”, aseguró Rousseff, quien consideró también que algunas de las críticas al evento de la FIFA “están politizadas” y contaminadas por el clima electoral de cara a los comicios de octubre próximo, en los que aspirará a un segundo mandato de cuatro años.
Sin embargo, aseguró que en Brasil existe una “una autonomía del fútbol respecto a los procesos políticos” y puso en duda que lo que ocurra en el Mundial pueda afectar el ánimo de los electores.
A modo de ejemplo, recordó que el Mundial de 1970 (que se celebró en México y que ganó la selección brasileña con Pelé como figura) lo pasó en los calabozos de la dictadura militar que gobernaba entonces, como presa política, y que ni aun así dejó de hinchar por Brasil.
Aunque admitió que en las calles se Brasil no se percibe el mismo clima festivo previo a Mundiales anteriores, ratificó su confianza en que eso cambiará cuando ruede el balón.
Apoyó esa percepción en algunos datos, entre los cuales citó que la venta de televisores aumentó un 49 por ciento en el país durante las últimas semanas.
“Y la enorme mayoría de los brasileños verá el Mundial por TV, asando una carne y tomando una cervecita”, indicó.
Aun así, reiteró que su Gobierno le dará todas las garantías a las protestas, siempre y cuando sean pacíficas y no bloqueen las calles por las que transitarán los aficionados que se dirijan a los estadios, pues el Estado debe proteger los derechos de “todos”.
Sobre las críticas al gasto público en el evento de la FIFA, insistió en que las inversiones realizadas por el Estado quedan como un “legado” del Mundial, que sólo sirvió para “acelerar” proyectos que de todos modos deberían realizarse.
Entre ellos citó la modernización de los aeropuertos y de las redes de transporte urbano, que si bien en muchos casos no estarán listos para el Mundial, serán concluidos en los próximos meses.
Una de las obras que no llegó a salir del papel fue un tren de alta velocidad proyectado para funcionar entre las ciudades de Río de Janeiro y Sao Paulo.
Sobre ese proyecto, cuya licitación fue suspendida por cuarta vez a mediados del año pasado, Rousseff declaró que se mantiene en pie, pero aclaró que un nuevo concurso sólo será anunciado una vez que se haya comprobado plenamente la “viabilidad” de su ejecución.
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