Sin prestar oídos al agresor

Chile se ha propuesto no sólo descalificar sino estigmatizar la demanda marítima boliviana, cuyo debate se finca ahora en los estrados de la Corte Internacional de Justicia con sede en La Haya.

Con esa detestable proclividad de descalificar al adversario pretende sacarnos roncha. Pero la verdad histórica lo evitará y en consecuencia se impondrá, desbaratando toda insinuación artera transandina. En ese derrotero Bolivia, con la frente en alto y la dignidad por delante, recuperará lo suyo, para pesar de quienes aún honran el genio y la figura de Abraham Konig, que manifestó: “pasado el escozor de la ampolla, vendrá la reflexión y el sometimiento final” (José Gamarra Zorrilla, 2001, pág. 567).

Por consiguiente Chile actúa con el ánimo de preservar todo aquello que nos ha despojado mediante una vandálica invasión en 1879. Resultado de tales tropelías es el centenario encierro geográfico de Bolivia, aún no resuelto debido a la tozudez del agresor.

“El supuesto derecho de Bolivia a acceder soberanamente al mar por territorio chileno, así como la pretendida obligación que tendría el Estado de Chile a negociar al respecto, carece de todo fundamento tanto histórico como jurídico. Y que frente a eventuales demandas que pueda interponer Bolivia ante tribunales internacionales, Chile y su pueblo defenderán con toda la fuerza de la unidad nacional la historia y la verdad, su territorio, su mar, su cielo y su soberanía, siempre dentro del marco de los tratados internacionales y del derecho internacional”, aseguró, en ese contexto, el entonces presidente Sebastián Piñera (EL DIARIO, marzo 24, de 2013).

“Es francamente absurdo que Bolivia pida que un fallo de la Corte Internacional de Justicia de La Haya obligue a Chile a negociar una salida al mar”, afirmó Heraldo Muñoz, actual Canciller chileno, buscando descalificar la reivindicación marítima boliviana (EL DIARIO, mayo 21, de 2014).

Muñoz, con estas expresiones, lastima el sentimiento patriótico del conjunto nacional, que se ha propuesto recuperar la soberanía en el Pacífico, de manera civilizada y consensuada. Y al tildar de “absurdo” ese histórico afán desestima toda posibilidad de acercamiento que pudiera contribuir a la solución del centenario problema. Por lo visto ahora más que nunca está vigente la actitud chilena de descalificar y estigmatizar la demanda marítima boliviana que concita la atención no sólo nacional sino internacional.

Bolivia ha recurrido al tribunal de la Organización de Naciones Unidas (ONU), a fin de que medie en el asunto y aligere, en justicia y equidad, el entendimiento entre ambos países y que signifique ello, a la larga, una verdadera integración, en consonancia con la solidaridad y la fraternidad, una vez superados los escollos que inviabilizan toda manifestación amistosa. Ese es el supremo objetivo que animó a nuestros gobernantes a peregrinar hasta La Haya.

En suma: los bolivianos debemos mantenernos firmes y unidos en torno a la demanda marítima sin prestar oídos a quienes pretenden desviarnos del camino con sus ácidas críticas.