En los últimos días hicieron noticia los universitarios de Cochabamba y Tarija, pero no como podía suponerse, por actos académicos de alguna manera sobresalientes, sino por excesos de violencia y por hechos delictivos, como el secuestro del Rector de la Universidad de San Simón en la ciudad de Cochabamba. En Tarija los conflictos se desataron cuando un grupo de estudiantes exigía la entrega de las oficinas de la FUL como resultado de la elección de este organismo. Por su parte la FUL cesante aferrada por la fuerza insistía en continuar detentando la dirigencia. Se denunció que inclusive habría recurrido a gente extraña a la Universidad para que colabore en la represión.
En la ciudad del Valle una huelga estudiantil de 36 días -iniciada en abril pasado- se amparaba en un pliego de 11 puntos que giraban en torno al destino de 8 millones de bolivianos para inversiones de equipos, infraestructura, etc., recursos imputables al IDH, con los que fueron dotadas todas las universidades públicas del país.
En los primeros años de gestión del actual Gobierno, cuando varias gobernaciones no respondían al partido oficial (Santa Cruz, Cochabamba, La Paz, Beni, Pando y Tarija), se les restó fondos del IDH para reasignarlos a las alcaldías y a las universidades. Éstas los recibieron a título de regalo inesperado que, sobre todo, les sirvió para un reajuste general de sueldos a docentes y administrativos, obviamente las Federaciones Universitarias -parte de cogobierno- no fueron ignoradas en la repartición. Ahí, y no en otra parte, surge la “madre del cordero”.
Las universidades son un enjambre de más malas que buenas influencias recíprocas en sus sectores estudiantiles, sin que dejen de participar algunos docentes. Al margen de las negativas costumbres adquiridas, también florecen los métodos más extremos de protesta. Además de retener incomunicado al Rector por más de 48 horas, tal como se vio en Cochabamba, los universitarios compiten con los mineros en el uso de “cachorros” de dinamita, agreden a policías y a sus docentes y, en compensación, se tapian durante 6 jornadas seguidas, ayunan 30 días y sus noches (¿) y hacen oídos sordos al diálogo.
Las Federaciones Universitarias son una presa codiciada y para su conquista no se repara en medios para obtenerlas y retenerlas. La FUL, en cada Universidad, goza de una generosa asignación económica sin cargo de rendición de cuentas, se le dota de vehículos, oficinas, secretarias, etc. Últimamente la presidencia del Estado les obsequió vehículos y no ha trascendido todavía ningún siniestro.
En décadas pasadas los universitarios eran la reserva de la población contra los gobiernos autoritarios y masacradores -por qué no decirlo- o simplemente contra los malos gobiernos. Se movilizaban por motivos sociales o políticos justos, hoy protagonizan revueltas en el interior de las aulas y del campus por motivos económicos no muy claros.
Para decirlo otra vez, los generosos sueldos y otros privilegios a docentes y administrativos son una provocación o sirven como pretexto de fondo para dar rienda suelta a las energías juveniles en plan de protesta. En cambio, la población desearía tanto que trasluzcan méritos académicos, creación e ideales bien concebidos y de bien público, como en razón debe esperarse del Alma Mater que alberga a los ciudadanos y administradores de mañana.
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