La comunidad nacional, después de cada proceso de elecciones generales, queda desorientada en relación con las informaciones que recibe y que confunde el total de la población nacional con lo que es realmente el Padrón Electoral o sea el conjunto de ciudadanos habilitados para votar y que concurren a los recintos electorales. Muchas veces, ante los resultados, cada contendiente ha creído que la mayoría lograda es del conjunto de la población, cuando no es así porque esa mayoría se refiere al total de votos logrados en relación con la cantidad de ciudadanos del Padrón.
Por ello, conviene examinar con algún detenimiento el caso y, para mayor ilustración, podemos ver el ejemplo siguiente sobre la supuesta base de una población de once millones de habitantes y un Padrón Electoral de cuatro millones de inscritos y habilitados para el voto:
De lo que resulta que de un Padrón de 4 millones han votado por candidatos solamente 3.200.000 personas que significan el 29,09% de la Población Nacional.
Estas cifras demuestran: en primer lugar, que el Padrón Electoral es el 36,37% de la población total y los votos válidos solamente llegan a 3 millones 200 mil; el resto suma 800 mil ciudadanos que votaron en blanco, anularon su voto o no votaron. Si al total de siete millones que no conforman el Padrón Electoral se añaden 800 mil del Padrón, cuyos votos no pueden tomarse en cuenta a favor de nadie, quiere decir que 7 millones 800 mil personas no votaron, sea por no estar inmersos en el Padrón o por no estar de acuerdo con ninguno de los candidatos. Esto significa que el 70,91% no votó debido a que 7 millones están en el grupo de menores de 18 años, enfermos, personas de la tercera edad que no quisieron o no pudieron votar, ausentes del país o que no lograron inscribirse en los registros electorales; los demás: 800 mil personas que siendo parte del PE votaron en blanco, anularon su voto o no votaron.
Muchas veces, en el pasado, se han confundido cifras y tanto el ganador por mayoría más uno como los demás han tomado porcentajes sobre el total de la población nacional, cuando debieron hacerlo sobre el conjunto del Padrón Electoral. Así, resultó muy fácil decir: “represento a la mayoría de la población nacional que votó por mí”, cuando, en verdad, habría llegado a algo más de 19% y no a más del 54%, 60% o 75% como, a veces, se pregona.
Nadie, esté en la condición político-partidista que sea, puede pretender contar con la mayoría del apoyo de la población; se debe entender que esa mayoría no cree en los partidos políticos, tanto porque no concuerdan con sus posiciones ideológicas como por no saber de qué tendencias son varios de ellos, especialmente en tiempos electorales en que hay profusión de siglas de grupos políticos en ciernes o, en casos, de muchos que ya pasaron su tiempo de vigencia, pero que han “resucitado” al calor del entusiasmo de pocos militantes.
Es importante tener en cuenta que al reconocerse constitucionalmente que la soberanía radica en el pueblo, no hay otro medio más eficaz, contundente y veraz para comprobar la voluntad popular que mediante el ejercicio del voto que, de todos modos, debe ser libre, directo y secreto, lo que significa que no puede ser manipulable, efecto de coacciones, presiones, influencias o amenazas; en otras palabras, que su emisión sea libre y espontánea, producto de la voluntad, criterios y sentimientos del votante. De esta manera, la única forma de comprobar la efectividad del voto radica en las garantías de veracidad del sufragio y la autenticidad de sus resultados, todo ello debido a una administración electoral independiente de cualquier Poder del Estado o sea neutral, transparente, independiente, ajena a toda presión, coacción o influencia y, finalmente, debe contar con una infraestructura técnica bien dotada.
Luego de las elecciones, al margen de conocerse resultados que favorecen a uno u otro candidato, surgen las preguntas: ¿Por qué tanto voto blanco y nulo? ¿Por qué el ausentismo? La respuesta es simple: blancos y nulos muestran a quienes no están de acuerdo con ninguno de los candidatos y, ausentes, por la misma razón y además, por la que implica no pagar multas por no haberse inscrito en el PE o, ¿por no haber votado?
Será preciso que el Tribunal Electoral revise algunas de sus resoluciones partiendo del principio de que las elecciones son efecto de vivir en Democracia que, en todo sentido significa ejercicio de la libertad. El ejercicio democrático que tenemos los bolivianos debe estar liberado de todo lo que implique pérdida de libertad que es el patrimonio mayor que posee el ser humano.
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