Ha vuelto a celebrarse la Fiesta del Gran Poder, que para unos es la Fiesta Grande de los Andes, cada vez más fastuosa, aunque igual desordenada y ocasión para el alcoholismo más que para la devoción. Esa profusión de música, danza, colorido y un crecimiento colosal justifican, precisamente, que se destine un sitio para su verificativo, que un concejal ha planteado recientemente como el “folklódromo”.
La iniciativa de construcción del danzódromo en la avenida Zabaleta no es reciente, la propusimos apenas se diseñaba esta avenida y fue promovida a través de Amigos de la Ciudad, que ha dirigido muchas notas a diferentes alcaldes, para acoger principalmente la fiesta del Gran Poder, que ha venido aumentando cada año, desplazándose de su original ámbito zonal a las arterias del centro de la ciudad; no hay que negarlo, afectando el normal desenvolvimiento de las actividades cotidianas y tanto el tráfico peatonal como el de vehículos, que se hacen caóticos.
Ahora la decisión de las autoridades ediles de descartar la construcción del danzódromo indicado nos ha causado estupefacción, porque no condice con la importancia del proyecto, con su repercusión folklórica y turística y la variedad de usos que se le puede dar. En efecto, el interior de las graderías laterales puede cobijar tanto comercio minorista que afea las calles de la ciudad e incomoda el tránsito de peatones. Ahí se puede realizar la anual y tradicional Feria de Alasita; los desfiles cívicos de los escolares y las vistosas paradas militares, hasta las marchas y protestas de toda índole que hoy tanto degradan y perjudican la ciudad.
Para todo aquello, no hay en la ciudad otro sitio más a propósito que la avenida Zabaleta, cuyos taludes a ambos lados de la vía pueden ser aprovechados con cómodas graderías y en los interiores profusión de baños, cafeterías, snacks, pizzerías y toda esa variedad de comercio de chifleros, peluquerías, florerías, en fin todas las instalaciones que pueden caber y un cordón forestal en sus extremos; antes que algunos pícaros se dediquen a lotear y apropiarse de los terrenos adyacentes con tanta facilidad, lo que debe ser evitado en beneficio de un proyecto de tanta importancia para el ordenamiento de la ciudad.
Según la información periodística, las autoridades municipales junto con los folkloristas habrían visto la inconveniencia de trasladar a los conjuntos folklóricos de su propio barrio, porque representan la expresión cultural y religiosa; lo que de ninguna manera está en contradicción con estas vocaciones. Más bien se les daría un sitio apropiado para su expansión en un ámbito de orden y mayor espectacularidad y comodidad para danzantes y espectadores. Las fiestas de barrio seguirían desarrollándose en su lugar.
Oficialmente, en un Estado laico no se puede hablar de promociones religiosas, eso sí, las autoridades están obligadas a garantizar y respetar su desarrollo en un marco de seguridad y comodidad, pero que su desarrollo tampoco incomode la actividad productiva de otros sectores.
El Gobierno Municipal tiene la obligación de construir obras de impacto y necesidad, pero éstas tienen que proyectarse con belleza y modernidad urbana. Las obras urbanas tienen que responder a exigencias de magnificencia y monumentalidad y eso puede hacerse con el danzódromo. Este proyecto se lanzó hace unos 15 años, no obstante los paceños siguen dando vueltas sin avanzar un ápice. La Paz, ciudad extraordinaria por su entorno geográfico, carece de autoridades de vuelo imaginativo, necesita hombres decididos con ideas luminosas. Cómo no contar ahora con personas creativas de la talla de don Emilio Villanueva, que creó la ciudad del Siglo XX. La comuna no debe limitarse a realizar obras de maquillaje, tiene que satisfacer necesidades prioritarias en educación, salud, transporte urbano, seguridad ciudadana, construir obras de largo alcance como el tren eléctrico para un trasporte urbano masivo y económico; cómo no edificar el Teatro de la Ópera en los predios del Panóptico; cómo no restaurar todo lo que es posible del casco central de la ciudad, que encierra tanta belleza y atracción; cómo no forestar la ciudad para atraer nuevamente la nieve; establecer más parques como la Plaza del Foro frente a ese bello monumento del Palacio de Justicia.
El danzódromo puede ser diseñado de tal forma que su construcción signifique una atracción por su funcionalidad y contornos estéticos.
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