El narcotráfico crece imparablemente

Pese a todas las acciones desplegadas por el Gobierno mediante los organismos como Umopar y la Felcn, el gran negocio del narcotráfico continúa en forma imparable. Esto es lo que, a través de múltiples decomisos y labores de interdicción, se comprueba: anulado un foco de fabricación o comercialización de drogas, surgen dos o más y, así, cualquier medida, por enérgica que sea, resulta insuficiente y poco efectiva.

Lo cierto es que, conforme pasa el tiempo, se extraña más la presencia de la DEA, el organismo norteamericano encargado de combatir al narcotráfico, que ha sido expulsado del país hace unos años. Esa organización, al margen de lo que haga el Gobierno de Estados Unidos en muchos campos de la vida mundial, ha cumplido importante labor en nuestro país y ha logrado, conjuntamente la Felcn y Umopar, importantes éxitos en la lucha contra las drogas, su producción y comercialización y su tráfico constante hacia países vecinos, a los Estados Unidos y a Europa.

Y no es por cuestiones ideológicas o económicas que es necesaria la DEA en la lucha desigual que se libra en el mundo contra el mayor enemigo del ser humano, el narcotráfico. Son razones humanas de sobrevivencia las que obligan a un trabajo constante y sin dar tregua a quienes comercializan la vida de la humanidad. Cocales, plantas de maceración de las hojas de coca y fábricas para producir la pasta base y la misma cocaína cristalizada han sido destruidos y, aunque los organismos nacionales realizan una constante labor al respecto, no es suficiente.

El comercio de drogas en el mundo aumentó grandemente; se dice que en los Estados Unidos ha disminuido el consumo de cocaína pero aumentó el de otras drogas alucinógenas que han sido introducidas en los mercados. En nuestro país se comprueba que se ha infiltrado a muchos establecimientos educacionales o a puestos callejeros cercanos a ellos, con la droga mimetizada en toda forma y quienes propician su consumo se valen de muchos medios para convencer a niños y jóvenes, inclusive con la distribución inicial gratuita, hasta conseguir afición o adicción a la misma.

En los países ricos y desarrollados se sostiene que el incremento de drogas en los mercados se debe a que los países productores tienen la culpa, cuando la realidad es simple: la constante y cada vez mayor demanda de drogas determina una mayor producción y la regla es clara: si no hubiese consumo, la producción disminuiría y hasta podría desaparecer. Los países consumidores no quieren asumir su propia responsabilidad y reconocer que es su población la que demanda mayor provisión de drogas de todo tipo y, por su lado, la gran industria químico-farmacéutica es la que introduce nuevos productos que determinan afición y adición a ellos y que, en casos, reemplazan a la cocaína, a la heroína y otros. Sería bueno que productores y compradores de los países ricos tomen conciencia debida del grave problema y desarrollen acciones que efectivamente permitan combatir drásticamente al narcotráfico.